viernes, 9 de febrero de 2018

Cosas que pasan II

  Tampoco me importa el mío
¿Cómo reaccionamos ante situaciones imprevistas que se tornan incómodas?
Seguramente, mientras lean esta "Crónica del día que me quedé en la calle en pantuflas y pijama" pensarán, además de sonreír, qué hubieran hecho ustedes ante la misma situación. O ante algún otro imprevisto similar. 
Pongamos por caso salir muy temprano para llevar a alguien a determinado sitio, sin siquiera peinarte o lavarte la cara, con solo un abrigo sobre el pijama o camisón y sin pensar que, entre otras situaciones, podrías pinchar una cubierta en el trayecto de ida o de vuelta. 
Y si traigo este ejemplo es porque lo he hecho durante el año 2006, cuando llevaba a mi hija al colegio y al volver, me quitaba el abrigo y me metía otro rato en la cama. La suerte quiso que nunca haya tenido que bajarme del auto.
Lo cierto es que la pregunta del principio viene a cuento porque hace apenas unos días me pasó. 
Abrí la ducha y antes de entrar a bañarme, se me ocurrió verificar por donde andaba Calabaza. Abrí la puerta de calle y luego la del hall frío. Llamé al gatito y en ese fugaz instante, una ráfaga de viento cerró la puerta de casa, dejándome afuera, en pijama y pantuflas. Y nada más. Vale decir, sin celular, sin llaves. También sin llaves del auto, demás está decir, y sin agua para al menos lavarme la cara o un peine para desenredar mis pelos.
Como soy de las que siempre ve "el vaso medio lleno" me alegré de tener puesto el pantalón pijama. Y si digo esto es porque, haciendo pública mi intimidad, confieso que duermo sin dicha prenda. El torso cubierto por un remerón, musculosa u otra prenda pero siempre cubierto, eso sí.
Apenas serían las 10:30 de la mañana. Mi hija, si regresa al mediodía no lo hace antes de las 13:30.
Lo primero que se me ocurrió fue ver si ella había dejado entreabierta la ventana de su cocina. Podría colarme por allí y buscar en el interior de su casa las llaves de la mía. 
Debo decir, si es que aún no lo adivinaron, que justo ese día la maldita ventana estaba herméticamente cerrada. 
Mi segunda reacción fue pensar en los vecinos, a sabiendas de que por las mañanas mi cuadra queda desierta. Más aun en este tiempo de vacaciones. Es decir, o se van a trabajar, o se han ido de viaje. Sumado a esto, hay dos casas desocupadas luciendo sus respectivos carteles de "Se alquila".
Los minutos pasaban y me alegré de mi buena estrella. ¡Que buena idea pensar en una ducha para esa mañana y no en un baño de inmersión! Recuerden, había dejado el agua corriendo...
Y llegando a este punto, me doy cuenta que ya me he extendido demasiado. Por lo tanto, prefiero dejar la resolución del caso para la semana próxima.
Disculpen ustedes pero, los que pasan por aquí hace tiempo ya lo saben, carezco de poder de síntesis.
Los dejo reflexionando sobre sus imprevistos y, si tuvieran ganas, podrían contarme alguno. Estoy segura de que todos y todas pasaron por una situación incómoda cuanto menos una vez.
Gracias por pasar por aquí. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? Hasta el viernes próximo. Buena vida y BUENA VIBRA.  
 Lu

Frases
¡Qué gran ingenio se manifiesta en los acontecimientos imprevistos!” 
Marcial
Lo peor de los imprevistos es que, una vez han ocurrido, estamos tan ocupados buscándoles solución que nos olvidamos de preguntarnos por qué no pudimos preverlos.
Marc Ambit
“Así es como se conoce realmente a las personas. En sus reacciones ante lo inesperado.”
Santiago Posteguillo
“El guerrero que tiene mayor facilidad para adaptarse a lo inesperado es el que vive más tiempo.”
Christopher Paolini
Acá no zafás:
(por eso  me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nº 268 de la suelta de mis letritas!) 
NOTA: Habida cuenta del tema del día, vino a mi memoria un relato que publiqué en mayo 2012. Versioné el mismo y así quedó...
La realidad, en ocasiones, supera la ficción.
Cosas que pasan II

A mis 18 años estando de vacaciones en Concepción del Uruguay, en casa de mi prima Silvia, fui una siesta, calurosamente entrerriana, al Banco Pelay. Era el balneario más popular de la zona por ese entonces.
Fuimos, recuerdo ahora, con Ale, que era una amiga de mi prima. Allí ambas, muy flaquitas y "cancheras" (particularmente yo, que vivía en Buenos Aires) caminábamos con donaire, como flotando sobre la arena blanca y caliente, con los pelos ondulando al compás de la brisa, propia de la costa, y las diminutas biquinis mojadas.
¡No había tipito ni tipejo que no nos mirara! Ya saben, cuando la malla se moja los pezones quieren escaparse a través de la tela, la “rayita” se ve bien marcada…
¡Hay con estos recuerdos a estas alturas de mi vida! Bellos e irrepetibles momentos…
Entonces
Siguiendo con el cuento y, por si están preguntándose si “levantamos” o no, les informo que, obviamente, nos “ganamos" dos muchachos, porteños…preciosos.
 Diecinueve y veinte años respectivamente. Nos sentamos en sus sillitas de playa, ellos sobre la arena húmeda…empezamos a hablar animosamente. 
A mí, el rubio bonito me invitaba a pasar a la noche por su carpa, y yo “canchereando” le decía que bueno, que allí estaría.
¡Imagínense en esa época! Mi madre me hubiera encerrado con cuatro vueltas de llave antes de dejarme ir sola a la playa pasado el atardecer.
Lo cierto es que
Allí estábamos, hablando, mirándonos las miradas, flirteando…y de pronto no sé cómo ni porqué empecé a toser, me picó la garganta, no sé…y desde mi posición canchera piernitas cruzadas tipo buda en la silleta, junto a la tos, salió otro sonido que debe haber hecho flamear mi diminuta biquini…
Y sí…Es lo que están pensando.
¡Se me escapó un pedo!… ¡el papelón de mi vida!
Encima, cero posibilidades de disimular. Imposible decir que la silla hacía ruido, o algo por el estilo. ¡En la playa y con reposeras! 
Entonces
Lo miré a los ojos y le dije: ¡Son cosas que pasan! Y seguí hablando como si nada, como si no me hubiese temblado la voz, como si no hubiera querido enterrarme en la arena y morir en ese instante.

5 comentarios:

  1. Hola, Lu, hoy tu post al completo invita a la sonrisa, qué bueno el relato de la playa, con esas descripciones tan frescas. Qué tiempos aquellos, ¿eh?

    El paseo por la playa con el biquini mojado...la rayita marcada y los pezones queriendo escapar de la tela... Me encantó, Lu.

    Y el "imprevisto", pues sí, "son cosas que pasan" y, lo mejor, tuviste una reacción de "diva" La vergüenza bien disimulada, hay que ser creativa en esos momentos "incómodos"

    Lo de quedarte en pantuflas y pijama...menos mal que no hace frío. Me río, Lu, imaginándote, es un recurso de comedia de enredo que siempre funciona.

    Espero que Calabaza te diera una ración de mimos extra.

    Paso en otro rato y te cuento algún "imprevisto" sufrido.

    Un abrazo, linda.

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  2. Y he llegado al último post. No me ha pasado quedarme afuera en piyama, pero sí, sin llaves para entrar a mi casa, recuerdo que en mi primera casita en RG tuve que entrar por la ventana del baño que siempre por suerte quedaba entreabierta y meter un pie dentro del lavarropas a paleta que estaba junto a la ventana y para no romperlo con todo mi peso, quedarme semi colgada de la ventana hasta que pude apoyar el otro pie en el suelo. Jajajaja, si esto me pasara ahora no podría hacer semejante gimnasia. Además, como señoras mayores que somos, con mi vecina, ambas tenemos el juego de llaves de la casa de la otra. Por las dudas. En cuanto tu salida del mal momento del pedito infame también me pasó pero en circunstancias mucho más íntimas que no puedo escribir por aquí, jajajajaja. Besos, Evy

    P.D. Luego te llamo o escribo

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  3. Lo prometido:

    Un día de verano. Salgo corriendo de casa par alcanzar el Bus, voy a entregar un trabajo, y cuando ya estoy en el bus me doy cuenta que he olvidado algo, no llevo braguitas.

    No tendría importancia si no fuera porque la falda roja y larga que llevo es de algodón fino y transparenta bastante, por eso uso una braguitas rojas con esa falda, que ese día estaban en el tendedero...

    Me tomo el café antes, me lavo los dientes, me retoco el pelo...miro el reloj y salgo corriendo sin pasar por el tendero, claro.

    En el bus me apañé como pude, con el bolso, que menos mal que era grande. Pero no podía acudir a la cita de trabajo así.

    Por el camino, el bolso una veces tapaba la delantera y otras la retaguardia, parecía una loca compulsiva.

    hasta que encontré una lencería, y entré. Pedí una braguitas rojas, y un sujetador para disimular y pasé al probador.

    Al final me inventé que me había venido el periodo, y pedí a la señora una bolsita para guardar "mis bragas invisibles", pues me daba verguenza decir que me las había olvidado.

    Sólo tenía veintitantos años...y era vergonzosa y tímida, ahora me hubiera reido con ella, seguro.

    Y hablando de pantuflas otro día me fui arregladísima, pero con las zapatillas de estar por casa, me di cuenta a medio camino...

    Y como dice Evy, hay cosas más íntimas que aquí no se pueden contar, ja,ja, ja.

    Un abrazo,

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  4. Hola Tesa! Me da risa tu anécdota, pero más me da el hecho de que le dieras explicaciones a la vendedora. jaaja! Claro que me pasaba lo mismo! Por suerte amiga hemos crecido y llegamos a la etapa de reír a carcajadas y , como siempre digo, ya estamos "más allá del bien y del mal"
    Respecto a salir de casa toda "pipí cucú", que decimos por acá, y en pantuflas...¡Claro que me ha pasado! ¡La última vez?...¡hace dos días! Por suerte, siempre antes de subir al auto me doy cuenta y regreso a ponerme un calzado más acorde.
    Beso y que tengas un bello día

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  5. Evy!! Espero, por privado, esa historia! jajajaj

    Y respecto a dejar juego de llaves en la vecina, pues ¡Claro! mi hija tiene uno pero, como ya dije, estaba trabajando y por más que intenté entrar por la ventana de su cocina la misma estaba perfectamente cerrada. Esta situación, me ha llevado a pensar que debo buscar una nueva estrategia. Algún sitio donde dejar la llave de modo qué esté disponible los 365 días del año y durante las 24 horas
    Besos

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