jueves, 15 de septiembre de 2011

Los cuentos del abuelo

Tampoco me importa el mío
Y por eso hoy,quiero compartir un cuento que, en lo personal, me parece muy divertido, que tiene un par de años y que aún no logro darle el toque final pues me doy cuenta de que adolece de algunas falencias técnicas. De todas maneras, el contenido es lo que me atrae y el tecnicismo en este momento no me importa demasiado. Aclarado esto, debo decir también que "cualquier similitud con la realidad, es mera coincidencia"
Sigo sin tener PC de escritorio, por lo que es muy difícil para mí en estas semanas trabajar con mi netbook. De todas maneras, hago lo que puedo. 
Como el relato hoy es más extenso que lo habitual, no voy a demorarlos con la intro, así que, como siempre, gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale?
¡Hasta el jueves próximo!  Buena vida
  Lu
                                         La frase para mirarse hacia adentro:
La sociedad verdaderamente humana es la sociedad del aprendizaje, donde los abuelos, los padres y los niños son todos estudiantes
                                                                                              Eric Hoffer
 Acá no zafás
(para eso  me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nº 31 de la suelta de mis letritas!) 
Los cuentos del abuelo
Hace apenas uno días se armó tal revuelo en el pueblo que pensé que pasaría por aquí una especie de tsunami humano. Tan preocupada me encontró el abuelo que me dijo: Pero m’hija no se enrolle con esta lana...si va ver que en un mes más pasadas las elecciones nadie va a tener la punta del ovillo... imagínese...con los ta y pico que tengo me sobra autoridad moral pa decirlo.
_Yo sé abuelo, no es que dude de su experiencia, pero este episodio del Intendente le puede costar su cargo...
_ ¡Tontorrón había sido el Rubio! Mire que dejarse ver saliendo desa cabaña con la pelirroja esa, la de los amores cortos y la tristeza larga, esa que se hace llamar Wanda, usted ya sabe...
_Si, ya sé y por eso estoy tan nerviosa.
Pa que vea que debe calmarse, le voy a contar una historia que sucedió en el aserradero, allá por el 40 apenas yo empezaba a usar los largos, ¡eso si que fue un zafarrancho pa mi por demás divertido! Con mis años mozos salía con la pandilla a escuchar que chimentaban las comadres mientras sacaban la nieve de las veredas. ¡Y mire que le daban a la sin hueso!...No hacía falta interné, ni celulares, los chismes corrían como reguero de pólvora.
El asunto es que todos en el pueblo habíamos escuchado a media noche o por allí, el sonar de las sirenas. Tanto fue que recuerdo a mi padre saliendo a medio vestir pa fuera, a ver si veía algo. Raro presentimiento tuvimos, ya que por aquel entonces los policías del territorio eran si no los mejores pagos, al menos los que mejor dormían en las frías e interminables noches.
Nada pudo saber mi viejito en ese instante más que sentir vergüenza al darse cuenta que del apuro no se había puesto los pantalones y que yo observaba divertido como le quedaban esos calzoncillos de frisa largos y blancos, aunque amarillentos por la falta de sol. Nada pudimos saber, decía, así que a poco volver todos a la cama, reinaba el negro y helado silencio nocturno, que no se vio interrumpido sino hasta las 7 de la oscura mañana, con fuertes golpes en la puerta y la chillona voz de Doña Pancha, llamando a mi madre: “Paulina abrí che que tengo novedades”, decía, y mi madre, que ya tenía el mate listo y había horneado biscochos, la recibió con su sonrisa de siempre y la mirada más atenta que nunca y casi sin dejarla respirar ni quitarse los abrigos le dijo ansiosa: “¡y dale , desembuchá de una vez!”
¡Y allí empezó la verdadera fiesta pa mis oídos! Y espero niña que ahorita tampoco usté se pierda ni un detalle de lo que voy a decir.
La Pancha, había pasado la noche en el aserradero, ya que la llevaron pa asistir en el parto a la nuera del dueño, la gringuita, que era primeriza y malcriada y tal parece, estaba tan asustada que maldecía al marido por haberla embarazado.
A eso de las 5 de la tarde, ña Pancha que sabía bien su oficio, decía que faltaba rato pal alumbramiento por lo que salió pa fuera de la casa a fumar su tabaco.
En eso estaba cuando vio al curita nuevo, salir agazapado y tambaleante de la pulpería, porque tal parece había tomado grapa por demás y le salía de a chorros pa fuera y tras él, el abogadito ese que viajó de la Capital, especialmente invitado al casorio de otro de los muchachos del Tano que justamente se casaría esa noche en que su cuñada estaba de parto.
Así las cosas, agudizó su oído, porque desde su ubicación ver, veía pero escuchar no tanto y creyó entender que dadas la circunstancias, el padrecito no podría realizar la ceremonia, siendo que ya todo estaba dispuesto pa la misma por lo que el tordo lo incriminaba duramente y le decía que le haría una presentación ante el episcopado ni bien llegara de regreso a sus pagos.
_Disculpe que lo interrumpa Abuelo, pero hasta acá esto más parece cosa de conventillo de palomas que una situación comprometida para un funcionario público, tal el caso que a mi me ocupa.
_Ya niña, espérese un poco y va a encontrar el punto común de estas historias.
Enseguidita nomás se corrió la voz por todo el aserradero, y todas las gentes invitadas se preguntaban si prepararse pa la fiesta, en tanto que en la casa principal y dados los nervios y el trajín discutían si no sería mejor postergar un día la boda, no solo pa que el beodo se reponga, sino también pa concentrar toda la energía en ese alumbramiento que se hacía esperar. Todos de acuerdo –menos la novia claro- decidieron que sería al día siguiente, a la misma hora y que los invitados que llegaran desde el pueblo, de todos modos podían hacer noche y serían atendidos con los honores del caso.
Entre tanta confusión se olvidaron de la Pancha, que decidió colarse en la cocina a tomar un mate caliente mientras que la parturienta seguía a grito pelado amenazando con cortarle el miembro a cuanto hombre se le arrimara.
¡Y acá se viene lo sabroso de este plato! Del cuartito pegado, a la Pancha le pareció escuchar sonidos extraños.  Era el cuartito de planchado y habitación de la Rosaura, que era tan morocha como linda y se decía que fue engendrada en una noche de amor furtivo que tuvo su madre con un hermano soltero del Patrón. Ese hermano que también había llegado en el barco cantando una canzonetta y extrañando los aromas y sabores de su patria y por sobre todo extrañando las curvas redondeadas y la tersa carne de su donna...

_ ¡Pero abuelo! ¡Otra vez yéndose por las ramas! ¿Qué pasaba en el cuartito?
Ah si, esto viene a cuento porque parece que la Rosaura seguía la tradición familiar y pa honrar a su madre, estaba allí encerrada con alguien que en principio la Pancha no pudo darse cuenta, porque ver, no veía pero de pronto empezó a escuchar clarito como gritaba la Rosaura, reía, pedía más y otra vez...y gemía también, más que las gatas en celo cuando se aparean en los techos.
_ ¡Abuelo!
Bueno niña, esto le contaba a mi madre la vecina, mientras que yo seguía en mi escondite sin perder detalle. Lo cierto es que al fin cuando escuchó la voz del hombre de los placeres de la doméstica, casi se queda tiesa... ¡ese no era otro que el novio de la boda postergada!
Sin querer y del susto nomás, la pobre mujer se tropezó con la pata de la mesa y se llevó el mantel con ella haciendo semejante ruido la vajilla rodando por el piso lustrado, que en un santiamén aparecieron por la cocina el Tano, el abogadito, la madre de la novia, la mujer del delegado de Gobierno, el pulpero (que justo llegaba a quejarse por la deuda que dejó el curita cuando salió pa fuera a los vómitos y sin pagar), el novio, el futuro padre, y varias mujeres que llegaron corriendo del rancho alertadas por el estrépito. Desde el piso, con las polleras levantadas y la vergüenza intacta la pobre Pancha no salía de su estupor.
Pues, si allí estaba el mismísimo novio... ¿quien estaba encerrado alimentándose de los placeres del sexo prohibido? No supo que decir...pidió una torpe disculpa pero su mirada la traicionó...porque justo cuando espió por el rabillo del ojo pa la puerta del cuartito lujurioso, el tordo, que pretendía ser el próximo candidato electo por el presidente, adivinó, con ese olfato de político sinvergüenza, que allí dentro algo gordo sucedía y se lo hizo saber al Tano, quien como dueño de casa, exigió sin mas y a voz en cuello que quienquiera que sea abriera esa puerta sino tendría que derribarla a golpes.
Salió desafiante y despeinada, arreglándose las polleras la moza y allí, parado con los ojos desorbitados el pantalón aún con la cremallera baja y balbuceando no sé que cosas... ¡Don Nicanor Gregorio Paz Uzandizaga, el ilustre delegado del Gobierno Nacional, que regía los destinos de este territorio!
¡La que se armó! Justo cuando todos empezaban a ponerse de uno u otro bando, justo cuando la mujer del delegado salió corriendo a “mechearse” con la Rosaura, y el abogadito se abalanzó sobre Don Nicanor con aires de ganador y frases de político mentiroso, dando un discurso como para humillar al amante descubierto y sacar provecho a favor de su candidatura, justo entonces la Pancha oyó la voz de doña Rosa pidiendo auxilio que ya estaba el bebé al nacer.
Así que, cumpliendo con su deber, como siempre, se resignó a perder el espectáculo de la cocina y fue a sacar otra vida a este mundo loco en el que empezaban a soplar nuevos vientos europeos. Por eso no sabía bien los detalles del revuelo organizado, pero si que alguien pidió por radio que vaya la policía y eso fue cerca de la medianoche.
Nacida que fue una bella niña a la que llamaron Lía de los Dolores, todo se fue calmando en el Aserradero, y luego de pagarle bien pagado por los servicios, incluido el del silencio, trasladaron de nuevo al pueblo a la vecina que, recién llegada, ya estaba en mi casa vociferando los aconteceres.
_¡Pero tata! ¡Dígame de una vez que sucedió con el Delegado y su Contrincante!
Ya pues niña, siempre escuchando en las veredas del pueblo, supe que todos muy civilizados, estuvieron en el casamiento, menos la Rosaura, a la que pusieron de patitas en la calle y ni siquiera le pagaron por los servicios prestados a tantos allí dentro de la casona.
Y un mes después, cuando los chimentos del pueblo dejaron de circular, todos supimos que finalmente, el abogadito no fue el elegido del Presidente, y que seguiría por otro periodo gobernando nuestro territorio don Nicanor Gregorio Paz Uzandizaga.

2 comentarios:

  1. Uh, largo el cuentito, pero muy sabroso. Y es la primera vez que mi comentario está primero, le gané a la Ubaldón.
    Me encantó el escrito, muy original y gracioso. Vale la pena leerlo, besos, Evy

    ResponderBorrar
  2. LU : ME DESCONCERTASTE CON EL CUENTO !!
    AH !! Y FELICITACIONES EVY ..........
    BESITOS Y HASTA EL JUEVES !!!
    LA UBALDON .

    ResponderBorrar