viernes, 21 de marzo de 2014

Juanchi

Tampoco me importa el mío
Por eso hoy voy a hablar una vez más de los hilos invisibles que nos conectan con el universo y con las personas que amamos. 
Aviso que no son comentarios científicos, por las dudas. Son solamente pareceres y decires, de acuerdo a mis experiencias vividas.
Pero apostaría a que más de uno/una se encontrarán pensando que algunas veces, o al menos un vez, atravesaron por una situación similar a alguna de las que voy a intentar describir.
Por ejemplo, cuando busqué personas a través de hospitality club para que me alojaran en Francia, entre cientos de socios y socias, escribí JUSTO a Hélène...¡pues resultó que ella había estudiado 4 años en la universidad de Córdoba! Y...había conocido a un joven fueguino que yo conocí cuando el mismo tenía 4 años, en el jardín de infantes! Ni hablar la conexión y la onda que pegamos con esta maravillosa nueva amiga! A pesar de la gran diferencia de edad entre ambas, manejamos un lenguaje común...¡eso es lo más increíble de todo! Y tengo varios ejemplos más, pero me extendería demasiado, y en realidad todo este tema viene a cuento porque así como si nada, estoy de vuelta conversando como si nunca hubiéramos dejado de vernos, con Claudia, una gran amiga con la que entre los años 85 y 89, poco más o menos, fuimos compinches. Cuando se fue de Tierra del Fuego, nuestros hijos eran bebés y por esas vueltas de la vida perdimos contacto. Contacto, digo, no conexión si me permiten hacer una diferencia entre ambas palabras.
Nosotras las de entonces -Año 86
Siempre estuvo presente en mi, muy presente. Siempre supe que no podríamos no vernos nunca más en la vida. Para abreviar, digo que sin dudas a ella le pasaba lo mismo, y hace una semana ubicó "de casualidad" a Silvina, que era la otra integrante de aquel trío de muchachas compinches a la hora de la diversión, de los buenos y de los malos momentos. Y por supuesto, acto seguido y a través de Silvina me ubicó a mi. ¡Que felicidad! Y que gusto poder conversar así como si el tiempo de ausencia nunca hubiera existido. Esa es la magia del tiempo sin tiempo que es posible a través de esa conexión de invisibles hilos que mencioné al comenzar esta intro.
Son ideas, son vivencias mías, por eso no pretendo que acuerden conmigo. Pero soy una convencida de que los sucesos importantes los encuentros con determinadas personas se producen justo en el momento preciso, y tienen alguna explicación sobre la razón de ser.
Tal vez retome este tema, porque me queda el sabor de nota inconclusa, pero ya es demasiado extensa.
Como siempre, gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? ¡Hasta el viernes próximo! Buena vida
  Lu
Frases para pensar:
"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma"
Julio Cortázar
"Nunca creí que pudiéramos transformar el mundo, pero creo que todos los días se pueden transformar las cosas."
Françoise Giroud
"La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos transcurre amenamente" 
Erasmo de Rotterdam
Acá no zafás:
(para eso  me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nº  133 de la suelta de mis letritas ) 
NOTA: Fue necesario cambiar el nombre del niño y algunos datos, pues él y su familia aún viven en Ushuaia
Juanchi
Apenas sostenida por 5 años de experiencia, y con la certeza de no haber equivocado mi profesión, en 1985 me asignaron un vez más sala de 4. Y entonces… ¡conocí a Juanchi!
Juanchi, a los cuatro años, siempre se metía en problemas
Golpeaba  a sus pares en el jardín de infantes, y también a los adultos…sea la directora, la portera, o a cualquiera que no lo dejara hacer lo que a él se le ocurriera.
Era un niño obeso, lo cual de por sí ya era un problema….
Emocionalmente tenía dificultades varias, intelectualmente ¡estaba por sobre la media del grupo de pares! Era un niño muy curioso y ávido de adquirir conocimientos.

No voy a contar aquí sus historias personales, no voy a hablar de su familia…Solamente voy a decir que en tardes de lluvia y hasta de tormentas de nieve, solía ver al pequeño comiendo facturas en la calle, desabrigado, desaliñado y sólo, en la misma cuadra en la que su madre tenía un negocio…
Mi ser docente no me permitió, por suerte, etiquetar a ese niño, que ya estaba bastante castigado emocionalmente.
Fue muy difícil para mi encontrar la “vuelta” necesaria, el giro en mi accionar cotidiano,  para llegar a Juanchi sin seguir lastimándolo, acordar con los otros 24 niños de 4 años respecto a actitudes a tener para con ese compañerito… ¡y lograr que el resto del personal docente y no docente de la institución no lo estigmatizaran!
Juanchi debería tener algunos “permisos” especiales…pero no lo supe sino hasta que él mismo me lo enseñó.

Una mañana concurrió la banda del Área Naval Austral al jardín de infantes para celebrar con un poco de música el comienzo de la primavera. Al menos con un poco de música, ya que visual y climatológicamente hablando estaba “ausente sin aviso”.
Los y las presentes, mayores y menores, disfrutamos y nos divertimos mucho. Yo observaba particularmente a Juanchi. ¡Pueden creerme que le brillaban los ojitos! Y, durante la media hora que duró el espectáculo, no molestó a nadie y siguió el ritmo con sus manitos y hasta bailó unos minutos.

Luego de los “bis” y aplausos, volvimos a la sala. Me senté en el piso, como siempre, y de a poquito fueron armando la ronda los niños y las niñas.
Veinticuatro… ¡Juanchi no! Él “colgado” de la ventana que daba al patio, donde aún permanecían los músicos.
Hice despliegue de todos mis recursos… ¡nada resultaba! Juanchi no tenía intenciones de “sentarse con la cola en el piso” para compartir, al menos en lo inmediato.
La última opción fue: “Si no venís a la ronda, voy a tener que ir a buscarte. Todos tus compañeritos están esperándote, faltás vos para comenzar a trabajar”.
¡Ni se inmutó Juanchi! Ni siquiera giró la cabecita para mirarme. Allí seguía, ¡“colgado de la ventana”! 
Me levanté, ante la mirada incrédula y expectante de niños y niñas que esperaban en la ronda.
Me acerqué, y casi en un susurro le dije: “Por favor, dame la mano y acompañame a la ronda.”
Sólo entonces me “clavó” su mirada y me dijo:
- ¡Ya voy a ir Lucía! ¿No ves que estoy mirando para saber cómo hay que guardar los instrumentos de música?

3 comentarios:

  1. Hilos finitos,pero hilos que tienen el poder de sacudir hasta las fibras que uno nisiquiera imaginaba que tenía, hilos que me unen a vos y que me unen a Juanchi también. La vida? el universo? el orden preadjudicado? que importa!! sólo importa que hoy vibro con una frecuencia tan luminica que hasta el mas ciego puede verla, la tela de araña que esos hilos tejieron es tan maravillosa que, una vez mas digo GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO ♪♫.
    Salud Amiga

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  2. Hola, en plena tarde otoñal en esta Ushuaia desconocida casi ya, para mí, te leo y digo: yo también creo en eso de las conexiones especiales, esas como que pensás en llamar a alguien y antes de que lo hagas suena tu teléfono y el alguien te dice: « Me acordé de que hacía mucho no te llamaba y ...», el coaxil espiritual de los afectos funcionando a full. Hay personas a las que no vemos en mucho tiempo y de pronto aparecen casi como por casualidad de nuevo. Nada es casual, nada sucede porque sí, yo creo que en algún lado están escritas estas situaciones especiales. En fin, locuras mías. El relato de Juanchi, me conmovió, por distintas razones yo también estuve en contacto durante más de un año con alguien parecido a él en su carácter aunque con unos añitos más, doce, y ¡qué casualidad! se llamaba Juanca. Fue en el hospital de niños de La Plata. La infancia es una etapa que cuando llegamos a adultos la olvidamos, por eso, ciertas actitudes infantiles nos parecen impredecibles pero no lo son. Besos, Evy

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  3. LU, QUE BELLA INTRO, YO CREO CIEGAMENTE EN ESOS HILOS...... CLAUDIA, QUE ALEGRIA, CREO EN LAS CAUSALIDADES,VOLVIO A NUESTRAS VIDAS Y ME HIZO AL REGALO DE CUMPLE MAS BELLO DE ESTOS 51. UN BELLO Y EXTENSO LLAMADO TELEFONICO ..........
    RESPECTO AL RELATO, MUY NUESTRO. TODAS TENEMOS UN JUANCHI EN NUESTRAS HISTORIAS, NO ? SIEMPRE PRESENTE!!!!
    BESOS, LA UBALDON.

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