Tampoco me importa el mío
Por eso hoy sin tiempo, pero
esta vez porque el sol no deja de brillar en Ushuaia, y estamos viviendo un
verano atípico, voy a saltear la intro. Los días transcurren aceleradamente y
es tiempo de estar afuera. No frente a una pantalla de ninguna clase.
Quería volver sobre un tema:
"el valor de las cartas". Hace un par de semanas recibí un libro de
regalo, que llegó a mi buzón, colmado de estampillas de Portugal...me lo mandó
mi amiga Héléne, con una carta por supuesto.
Pienso que, ese sencillo hecho -abrir el buzón y
encontrar correspondencia de alguna persona querida- moviliza los invisibles hilos de los
sentimientos y emociona, más o menos según cada quien, pero no pasa
desapercibido ni siquiera para la más "ruda " de las personas.
Queda planteado. Me voy a
caminar sin rumbo y sin tiempo...
Como siempre,
gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale?
¡Hasta el viernes próximo! Buena vida
Más proverbios chinos
"Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos"
"No puedes dirigir el viento, pero sí las velas de tu barco"
"Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida"
H0y zafás:
Este viernes y el próximo, no verán en esta sección letritas propias, porque tengo muchas ganas de compartir el texto de Hernán Casciari, que seguramente algunos lectores y lectoras ya conocen, pues circuló por internet. En mi opinión, vale la pena refrescarlo. Me parece que el humor que conlleva implícito es para compartir, y la reflexión, entre lineas, acerca de la evolución -o no-de la narrativa, del valor intrínseco de los cuentos y relatos, queda librada al pensamiento de cada quien.
El celular de Hansel y Gretel (parte I)
Anoche le contaba a mi hijita Nina un
cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el
momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se
han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los
hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren
solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.
Mi hija me dice, justo en ese punto de
clímax narrativo: ‘No importa. Que lo llamen al papá por el celular’.
Yo entonces pensé, por primera vez, que
mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al
mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en
general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de
cuatro años.
Cuántos
clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto
antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis
más célebres de las grandes historias de ficción.
Piense
el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le
ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth,
El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el
argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.
Piense
el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con
introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya
está? Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista No un
viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que
existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo
para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas
internacionales cuatribanda.
¿Qué
pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los
personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de
chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no
funciona un carajo?.
Nina,
sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la
telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las
convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.
Con un
teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a
que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un
móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del
leñador no es necesaria.
Con
telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese
spam.
Y Tom
Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de
personas de Telefónica.
Y el
chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo
para allí.
Y
Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la
mañana.
Un
enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en
los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de
conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir
gracias a la ausencia de telefonía móvil.
Ninguna
historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes
esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa.
La
historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda
su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un
suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar,
se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).
Si
Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto
a Romeo en el capítulo seis:
M HGO
LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.
Y todo
el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría
evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se
hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la
promoción ‘Banda ancha móvil’ de Movistar.
Continuará
Hola, también pienso que si el día está hermoso como tengo noticias que ha habido varios en la semana pasada, hay que aprovechar para salir afuera y disfrutarlo.
ResponderBorrarCon respecto a los celulares, lo que se plantea respecto a las historias que no hubieran sido y que se habría perdido la sustancia del suceso, opino que la nueva tecnología da historias de nuevo carácter, como esa gente que se enamora por internet, por la gente que se encuentra luego de una vida, a través de un chat o un mensaje de texto al celular que un amigo común le pasó. En fin, que cada descubrimiento tiene su encanto.
Seguí disfrutando del sol fueguino, mientras yo me aso con la lentitud de un ave al spiedo en este verano norteño, que por suerte me está dando mucha felicidad, (sabés de lo que hablo), besos, Evy