Tampoco me importa el mío
Y por eso hoy voy a contarles que, luego de 15 meses de no faltar por aquí ni un solo jueves....¡a partir del próximo voy a tomarme una vacaciones!
Si querida gente, seguidores de QUE ME IMPORTA TU PASADO, voy a faltar justamente un mes...es decir 4 jueves. No pude trabajar doble en este tiempo pasado, que fue la primer idea, como para dejar programadas las próximas ediciones. No pude, me faltó tiempo para ello.
Me voy a recorrer parte de Francia. Eso es lo que haré durante mi ausencia.
Entonces...¡a mi regreso podré contarles las "Mil y una historias"! A quienes me leen siempre, les pido humildemente disculpas, a quienes me leen algunas veces, y a quienes están descubriendo este espacio bloggero, les digo que pueden leer ediciones anteriores, y así -si les interesa, claro está- pueden ponerse al día. Vale también para quienes generalmente se meten a espiar por aquí los jueves. Tal vez pueden repasar las ediciones que más les gustaron, o las primeras, y así quizás puedan luego darme una opinión respecto al avance -O NO -de esta página. Tienen cuatro jueves para ello.
Si por esas cosas de la vida, puedo salir algún jueves, se los haré saber a través de sus mails, y los lectores ocasionales, que no están en mis contactos, irán viendo de vez en cuando esta casa amiga.
Como siempre,gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? ¡Hasta el jueves próximo! Buena vida.
La frase para pensar:
Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal, de las caídas...
Eladia Blazquez
Acá no zafás:
(para eso me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nº 65 de la suelta de mis letritas!)
Infancia patagónica
Éramos niños de ciudad patagónica, lo cual
finalizando la década del 50 era todo un tema.
Y más aún cuando, como en nuestro
caso, formabas parte de una familia que
no era nyc*, sino que habitaba aquellos “desolados parajes” por cuestiones de
índole laboral.
Imagínate entonces, desarraigo, frío, meseta
patagónica con fuertes vientos. Chenque** levantando kilogramos de tierra y una
“madreamadecasa” educada en otro siglo, con costumbres burguesas y depositada
en ese paisaje hostil por obra y gracia del trabajo de su marido, con el
dinero justo como para el mate cocido con leche de la mañana y la polenta
varias veces en la semana de almuerzo. Ni mencionar la frugalidad de la cena.
¡Que panorama! Si casi lo estoy viendo, a
pesar de no recordarlo.
Es decir, estoy situándome en los
pensamientos de mi madre por aquellos años…De hecho, amo la Patagonia, y mi
sentir siempre fue y será otro al respecto.
Como antes, como siempre, como ahora, a
veces las cigüeñas se meten en la chimenea equivocada.
Y no. No estoy emitiendo quejas sobre mi familia. ¿Con
qué derecho lo haría?
Solamente estoy reafirmando mi condición
de “distinta”…Desde chiquita lo fui.
Lo cierto es que mi hermano y yo, vivíamos
encerrados dentro de la casa, y todos los temores maternos, nos hacían muy
vulnerables.
No teníamos televisión, no salíamos a
jugar afuera, no teníamos una “barra” de amigos ni amigas, no conocíamos insectos,
ni gallinas, ni vacas, ni animales del zoológico (que tampoco conocíamos) Así
que, nuestra idea de animales salvajes y domésticos, se basaba en algunas
figuras vistas en libros de cuentos, perros y gatos de los vecinos y algún que otro
caballo que por el fondo de nuestra casa pasaba.
Fue en ese entonces, cuando mis padres
decidieron un verano, ir a pasar unos
días de vacaciones nada más ni menos que al campo.
Sí,
al mismísimo campo, en plena pampa húmeda…a la chacra de mis tíos.
¡Qué revuelo! Descubrir moscas,
mosquitos, abejas y toda suerte de insectos…sapos, ranas, vacas, chanchos, aves
de corral y cuanto animal pueda imaginarse uno en los campos argentinos, de la
provincia de Santa Fe, a principios de la década del 60.
Y no es que recuerde yo estos hechos,
pero con el paso del tiempo, se los escuché contar a mi madre infinidad de
veces, por eso lo sé.
Lo único que recuerdo nítidamente, y aún ahora en
vez de parecerme un episodio chistoso me genera un poco de melancolía, es la risa dibujada
y sonora en esas caras adultas que, en vez de ayudarme, me miraban correr, desesperada, a una
gallina blanca de impresionante cresta roja.
Llevaba, entre mis manitos, una lata vacía, mientras a viva voz y muy colorada por el esfuerzo decía: ¡Gallina, que sucia!, tenés que hacer caca en la lata.
Luego llegan confusos los sucesos. Me caí en el intento de atrapar a la cocorita, mi tía me abrazó y alguien decía que no pasaba nada...
Y yo me puse a llorar al darme cuenta que había otra forma de vida más libre y que no era tan importante tener la casa ordenada.
* NYC sigla que se usa en las ciudades patagónicas de Argentina para denominar a los que
nacieron y se criaron en el lugar.
** Cerro ubicado en la ciudad de Comodoro Rivadavia. (La palabra chenque denomina a los cementerios de aborígenes)