Tampoco me importa el mío
Hacen ya algunas semanas falleció otra amiga mía.
Es un suceso que me tiene absolutamente consternada por la manera en que ocurrió.
Soy consciente de que la vida es finita, que no sabemos que puede pasar ni siquiera en la hora siguiente.
Quizás sea ese el motivo por el cual nunca puedo planificar a largo plazo, como ya dije el viernes pasado.
Creo también, y lo pongo en práctica, que lo que uno sueña tiene que hacerlo aquí y ahora. A menos que factores externos nos lo impidan, debemos ir tras nuestros sueños sin pensar en que mejor el año que viene, o mejor cuando junte más dinero, o mejor cuando los hijos y las hijas no me necesiten...
No tengo dudas de que a cierta edad - la que cuentan la mayoría de quienes vienen a visitarme- nos queda menos hilo en el carretel del que ya usamos.
Por eso mismo, la vida es hoy, y no importa la edad que tengas.
Cierto es que hay un tiempo para todo, pero no es menos cierto que en ese tiempo sea de trabajar, de criar hijos o de estudiar según corresponda, no debemos dejar de lado nuestros gustos personales, los encuentros con las personas que amamos, la risa y la diversión.
Ayyy! Disculpen, otra vez me estoy enredando.
Lo que quiero contar hoy es solamente que mi amiga Adriana, compró con su mejor amiga un viaje a Playa del Carmen, que debieron postergarlo porque apareció la pandemia, que finalmente en el mes de abril pudieron, felices, ir a tan soñado viaje.
Y luego de estar allí disfrutando de unos días estupendos, un atardecer ella llegó al hotel y dijo no sentirse muy bien. Se acostó, la amiga llamó al médico pero mi querida y siempre sonriente amiga nunca más se levantó.
Ciertamente ya quisiera yo morir de esa manera.
Pero...una cosa no quita la otra y el dolor para su hijo, hija, nietos, nietas y las personas que la quisimos tanto es punzante.
Por eso amigos y amigas, disfruten del ahora, no posterguen sus sueños, no acumulen cosas materiales, que total nada podrán llevarse de eso al más allá. Solo la satisfacción de haber vivido bien hará que partamos con una sonrisa y no tengo dudas de que así emprendió su último viaje mi amiga.
¡Vuela siempre alto Adriana!
Gracias por pasar. Hasta el viernes próximo, o hasta cuando gusten volver.
Esa Musiquita en el recuerdo
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº443 de la suelta de mis letritas)
Misterio nocturno
Cada noche, al regresar a su casa, sentía una extraña sensación en el preciso momento en que giraba la llave en la cerradura.
Imaginaba que alguien aparecía en medio del silencio y la empujaba bruscamente, en el instante en que ella abría la puerta, colándose así al interior de su vivienda.
Este pensamiento se esfumaba casi tan velozmente como aparecía, pero era tan intenso que la dejaba con el pulso acelerado y la respiración entrecortada.
Llevaba casi un mes angustiándose por unos minutos cada noche. Tanto que pensó en llamar a su terapeuta y solicitar una entrevista.
Seguramente, en un par de sesiones, podría descubrir cual era el motivo real de su miedo, encubierto en ese terror nocturno, que aparecía en el preciso momento de entrar a su casa.
Fue por ese entonces cuando regresó una noche más tarde que de costumbre.
Era una noche de sábado, oscura y con fuertes ráfagas de viento helado. Se sentía lúgubre el barrio, bajo los chiflidos de esa ventisca arrolladora.
¡Pura Patagonia!, pensó, mientras introducía la llave en su puerta y el terror comenzaba a adentrarse en su mente. Se había olvidado de dejar una luz encendida, lo cual aumentaba su ansiedad y miedo. A punto tal que se le trabó la llave y no podía sacarla de la cerradura.
No podía pensar, ni articular movimiento alguno. Durante esos segundos eternos comenzó a transpirar. Ya casi sin aliento entró por fin y antes de poder cerrar la puerta, sintió que alguien se deslizó a la altura de sus piernas.
Petrificada, quedó en el medio de la sala. Intentó prender la luz, intentó gritar pidiendo auxilio pero no pudo. Sentía una presencia a su lado…muy cerca…si hasta podía oír su respiración…y sentía el aliento a la altura de sus caderas.
Tuvo un momento de lucidez entonces y comprendió que quien quiera que estuviera a su lado, no podía ser humano.
Encendió la luz y lo vio. Allí estaba, el causante de su terror. Sonrió con alivio, en tanto su pulso volvía a la normalidad.
El visitante era un enorme gran danés, oscuro como la noche, con las narices húmedas y los ojos tristes, que para ese entonces se había echado a sus pies como pidiendo asilo.
La despertó la tibieza tímida de un sol de invierno.
El viento había cesado y nada quedaba de su furia nocturna. Se desperezó y se sintió feliz de haber salvado a ese can, tan enorme como indefenso, de quedar a expensas de la inhóspita noche.
Sonrió al pensar que, al menos ese domingo, estaría acompañada. Por la tarde publicaría en Facebook la foto de “Intruso”, nombre que le dio al gran danés, dadas las circunstancias.
Adormilada aún, bajó lentamente las escaleras y se dirigió al lavadero. Sitio que había escogido para que pasara la noche su huésped.
Es muy silencioso o aún duerme, pensó antes de abrir la puerta y observar, pasmada, que allí… ¡sólo estaban su viejo lavarropas, el tender y los cachivaches de siempre!