Tampoco me importa el mío
Hola hola, qué difícil me resulta esta semana elegir tema de conversa con ustedes.
Pienso en una nueva sección que podía publicar cada tanto y que llamaría: ¿Sabías que....? Y allí contar diferentes noticias relacionadas con acontecimientos históricos o culturales de mi país que, posiblemente, no sean conocidos a nivel mundial.
También he pensado en reflexionar en voz alta sobre los esfuerzos que hacen algunas personas para ir a un gimnasio. Siempre relatando con giros muy graciosos, como me gusta a mi en eso de "es preferible reír que llorar"
Y estuve leyendo una nota sobre las palabras caídas en desuso.
Casualmente, cuando estuvo mi sobrina el mes pasado, hablamos de esas palabras que conocemos su significado pero ya no usamos.
Y
a pesar de ser ella muy joven- y yo no tanto- caímos en la cuenta de que compartimos un montón de esas palabra y/o frases.
¡Herencia familiar! nada que hacer y nos alegramos por eso.
Ella se las escuchaba decir a sus abuelos (mis tíos) y a su madre (mi prima)
Yo a mi papá particularmente, a mi mamá no tanto. Más bien ella, por ser correntina, solía usar algunas palabras de la lengua guaraní.
Y con este tema me quedo, ya ven.
Entonces antes de continuar debo decir que mi padre, el abuelo de Belén, 4 varones más y 3 mujeres fueron hijos e hijas de inmigrantes españoles, que se criaron en el campo, que heredaron muchas costumbres y tradiciones de sus padres, quienes a la vez las habían heredado de los suyos. Vale decir, aunque sea obvio, que tenían dichos y costumbres muy españolas. Por cierto, nada es estático en la vida; entonces generación tras generación fueron mutando los decires y se fueron incorporando palabras del lunfardo y giros argentinos.
Y aquí vamos al "meollo" de la cuestión
Mi padre, en los días de tormentas eléctricas decía: ¡Fah! qué de "refusilos". Y, en relación al clima, cuando apenas caían unas gotas de lluvia decía: Está "chispeando" O si hacía mucho frío su expresión era ¡Hace un "tornillo"!
Si algo era muy gracioso, en este caso mi mamá, decía riendo "¡qué plato!"
Otras de mi mamá: me están tomando para el "churrete" y déjense de "chacotear"
"¡A la marosca!" Me acuerdo y sonrío, veo a mi papá hablando con sus hermanos y/o hermanas y usando esa frase.
Escribo una y regresan a mi mente otras más, pero creo que por esta vez ya es suficiente.
En todo caso, si es que tienen ganas de hacerlo, podrían ustedes agregar alguna más o contarnos si conocían las que traigo hoy a mi casa de letras.
Ah, por cierto mi papá llamaba a mi mamá "Vieja" y ella a él "Viejo"
y recuerdo a una hermana de mi papá que le decía a su marido "Viejín". Creo, en este último caso, que a mi tía le resultaba mucho más amoroso usar ese término que el "clásico" viejo de aquellos años.
Gracias por pasar. Hasta el viernes próximo, o hasta cuando gusten volver.
Esa Musiquita de ayer y siempre
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº469 de la
suelta de mis letritas)
NOTA: Nuevamente recurrí a mis archivos y, en esta ocasión, elegí un relato breve que forma parte de una serie compuesta por varios textos relacionados con mi infancia.Es una historia divertida y espero que quienes ya la leyeron, no la recuerden así los sorprende el final. ¡Ojalá les saque una sonrisa!
Pequeña Duda
Recuerdo ese colegio en el que pasé tantas horas de mi infancia correntina.Pero, extrañamente, lo recuerdo sin sentimientos, de manera casi impersonal diría.
Llegan desde algún lugar vagas imágenes, distorsionadas tal vez, del espacio físico que ocupaba el patio y las galerías, pero no logro recordar las aulas ni las monjas que fueron mis maestras.
A la única que tengo presente, vaya una a saber el motivo, es a la Hermana Elizabeth.
Y del grupete de niñas de siete años, además de"la Carmen", me acuerdo de "la Chela" y de su hermana Betty.
Betty tenía un año más que nosotras, pero siempre se unía a nuestro grupo en los recreos.
Y recuerdo, particularmente, a las mellizas.
¡Tan bonitas con sus ojos color esmeralda!...Así las recuerdo.
Y veo a una de ellas... ¿Sería Emilse? O tal vez Malena. No puedo saberlo luego de tantos años transcurridos.
Sé que una era más tranquila, la otra más "pizpireta “y muy divertida.
Seguramente fue esta última, la protagonista en aquella mañanita soleada y rutinaria. Mañana en que, como cada día, en la inmensidad de ese claustro un "rebaño” de niñas permanecíamos atentas y sumisas, pienso ahora, escuchando a la maestra que, ese año, era la hermana Elizabeth.
Ni una mosca volaba, ni una tos traviesa, ni un cuchicheo...nada de nada.
Entonces
la melli empujó su pupitre, se paró y salió corriendo hacia el frente del salón.
Se tiró de panza al piso frío y reluciente y, sin que pudiéramos entender lo que sucedía tal la velocidad de estos aconteceres, levantó la sotana de la monja al tiempo que decía:
-Hermana, ¿Usted no tiene piernas?