Tampoco me importa el mío
Cada 24 de marzo es imposible hacerse el distraído con el pasado, es entonces cuando el pasado me importa porque creo que, a partir de él, deberíamos reconstruir diariamente nuestra historia como colectivo social. Creo que deberíamos repensarla y enlazar cada hecho, cada suceso como una pieza de rompecabezas para comprender porqué se llegó a esa oscura época y entender que no debemos cometer los mismos errores.
Entonces
como mis palabras andan escapadas corriendo a las musas y las musas andan escapadas huyendo del "bicho" y el día de conmemoración conocido como "Memoria, verdad y justicia" es para no olvidar, es para concientizar y saber lo que no queremos NUNCA MÁS, tomo prestadas palabras de otros y otras que pueden expresar los sucesos acaecidos y mis sentimientos con mucha más claridad.
Así recuerda el golpe de estado la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
A 45 años del golpe de estado la APDH recuerda el horror y reivindica de este modo la lucha por Memoria, Verdad y Justicia
Este año, ante la imposibilidad de marchar debido a la pandemia, la convocatoria fue "Plantamos memoria"
Gracias por pasar. Hasta el viernes próximo, o hasta cada momento en que entremos a "chusmear" ésta, mi casa de letras.
Música en tiempos de covid-19
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº 391 de la suelta de mis letritas)
NOTA: Recurro, una vez más, a mi archivo de relatos breves y me encontré con el que a continuación comparto. Ojalá llegue el mensaje que intenté plasmar en él.
Escondida en mi infancia
He pasado mi infancia en diferentes ciudades de Argentina.
No recuerdo haber sentido pertenencia a ninguna de ellas.
Tampoco recuerdo a mi madre intentando ayudarme para que pudiera adaptarme sin tanta pena a cada nuevo sitio.
En Comodoro Rivadavia, como ya conté alguna vez, ella sufría el desarraigo por lo que, como es de suponer, volcaba sus temores y desencanto sobre nosotros.
Qué si el frío, que si el viento, que si la tierra…todas y cada una de las características de la Patagonia, eran motivos sobrados para que, a mi hermano y a mí, no nos dejara salir a jugar libremente.
Luego, pasé algunos años en Santa Fé. Allí se respiraban aires de algo más de libertad.
Ni tanto tampoco…no se lo vayan a creer.
Pero
Al menos podía yo salir a jugar a la vereda o al patio del fondo de nuestra casa.
Mi hermano, por el solo hecho de ser varón, ya gozaba de algunos privilegios tales como dar la vuelta manzana en bici, o trepar a los frondosos árboles del jardín. Eso para mí estaba vedado pues "no eran juegos de nenas”.
Finalmente, promediando mi infancia, fuimos a vivir a Mercedes.
¡Ay esa ciudad correntina en la que se vivía a ritmo de pueblo, plagado de injusticias respecto a las clases sociales!
Allí se era –se es- “niña/niño bien” o “china/chino” y las castas no debían –ni deben-mezclarse.
Es decir, yo debía juntarme con todas las “Mercedita” “Elenita” o “Felicitas” y no con “la Ramona”, “la Cármen” y tantas que habían nacido para ser “criadas” o sirvientas.
Entonces
Tampoco allí tuve una infancia soñada.
Claramente no podía elegir libremente y por afinidad a mis amigas, ni asistir a sus cumpleaños o cualquier otra reunión a la que me invitaran.
Total que un día fue el cumpleaños de Alicita y, como están suponiendo, allí sí que se me permitía ir.
Recuerdo mis zapatos guillermina blancos, mi pollera corta y plisada, mi blusa blanca con discreto bordado y un paquetito primoroso que llevaba para obsequiar a la cumpleañera.
Luego
El chocolate de rigor, algunas confituras y el permiso para salir a jugar al jardín, cuasi victoriano, de la abuela de Alicia…Cierto; "Alicita"
¡Qué bien me sentía entonces, al fin, lejos de la vista de mi madre!
Así que cuando optaron por jugar escondidas, yo estaba encantada.
Me escondí muy bien. Al menos eso creía yo. De hecho ya habían librado a varias, y a mí no me encontraban, cuando sentí una terrible comezón y ardor sobre mis piernas, por encima de los tobillos…Bajé la vista con una necesidad frenética de rascarme y entendí todo.
¡Estaba parada sobre un hormiguero de hormigas coloradas!
Diminutas y dispuestas a defender su morada, salían en batallón atacando mis piernas flacuchas y moradas.
No recuerdo ahora si sentí más dolor o más vergüenza por ser tan “pacata”.
Sí recuerdo que me sacaron los zapatos, las medias y me zambulleron hasta las rodillas en un fuentón con agua.
Y recuerdo también la sonrisa sarcástica de Toni, el hermano de la cumpleañera, y alguno de sus amigos.
Supe entonces que los “niños bien” a mí no me gustaban y tuve la certeza de que si me hubiera visto “un chino” en la misma situación, se hubiera solidarizado conmigo y me hubiera ayudado sin más.