jueves, 27 de octubre de 2011

Amores lunáticos

Tampoco me importa el mío
Y por eso hoy quiero disculparme por no contar, relatar, reflexionar ni parlotear..nada de nada en esta intro...
Por primera vez desde que comencé mi trabajo de "bloggera" decidí tomarme un jueves de asueto . La semana próxima retornaré renovada y con muchas reflexiones, novedades y nuevas producciones.
De todas maneras, les convido un cuento que escribí hace un par de años. Espero que les agrade, y que sepan disculpar mi asueto de hoy.
Hasta el jueves próximo.Y como siempre, gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale?
Buena vida

  Lu
                           La frase para mirarse hacia adentro:
Las situaciones embarazosas...¿Las trae la cigüeña?
                                                                                         Mafalda
Acá no zafás
(para eso  me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nro 37 de la suelta de  mis letritas!)

Amores lunáticos
La luna redonda, plateada y luminosa presagiaba una noche romántica, mágica, misteriosa, pensó Alma, envuelta en su pashmina hindú, mientras el resplandor plateado inundaba su cálido rincón que olía a maderas y sonaba a música celta en aquella fría tarde noche Ushuaiense.
Abandonó casi sin darse cuenta la lectura – cuentos de Benedetti, su favorito sin dudas - y se quedó casi dormida casi despierta o casi soñando, con ese amor que seguramente estaría allí, en algún lugar buscándola sin proponérselo, pero que llegaría en este frío junio, según se lo dijeron los buzios, las runas y -como para creer o reventar- también la Turca se lo anticipó al leer la borra de su café en esa tarde informal y divertida que pasaron en la cabaña de Mar de las Pampas apenas despuntando el año.
¡La pucha que se hace esperar! se dijo, y casi sin proponérselo, estaba haciendo un racconto de sus hombres, de sus amores y desamores, y empezó por el último, ese que fue su Doc y que iluminó sus días más grises, pero que al fin no la amó tanto como ella creyó, ya que no pudo abandonar -o no quiso- su casa.  Y allí seguía el muy hipócrita, paseando codo a codo con su mujer y bajando la vista cada vez que la cruzaba por los pasillos del hospital.
Sonrió al acordarse de aquel otro, el ingeniero, ése que la había amado locamente, que en noches de luna llena se mostraba caliente y romántico a la vez mandándole mensajitos de texto que ella compartía divertida con las amigas. Ése que cruzaba la Isla para hacer el amor y quedarse dormido no sin antes ponerse el pijama de frisa que a ella le causaba tanta gracia y que lo pintaban en genio y figura, ya que el muy bobo era de extrema derecha y nada sabía de sus luchas, de los miedos y del hambre de el pueblo entre otras cosas.
¿Y el padre de sus hijos? ¡Ni merece un segundo de pensamiento! Basta decir que cuando la enamoró hasta la médula con ese ingenio para el chiste fácil y la diversión, ella no pudo darse cuenta de que era un lobo disfrazado de ovejita...
Un flash para ése complicado amor con el cual perdió sus convicciones...ese que por un par de materias nunca se recibió de arquitecto, pero para ella fue el que le puso ventanitas a su vida y...
Esos maullidos en un techo cercano no solamente la apartaron de sus pensamientos, también sintió como un escozor recorriendo su cuerpo y se sintió excitada, con ganas de pasar una noche de sexo y lujuria para terminar desnuda durmiendo cucharita, junto a ese amor esperado...
Sonó el timbre, se sobresaltó...
_ ¿Quién es?
¡De la heladería!, contestó una voz más que viril.
Aún ruborizada, saltó de su cómodo futón y corrió hacia la puerta.
¿Cuánto?, preguntó.
  30, dijo él, y ella: _ ¿años?
_ ¡Nooo! ¡Pesos! Años 35... ¿Y vos?
_ mmmm ticinco...
No sabe cómo. No sabe Alma si fueron sus ganas, el destino o la noche romántica, mágica y misteriosa, pero lo cierto es que ya no enumera sus amores médicos, ingenieros, políticos, casi arquitectos o artesanos, en noches de luna redonda, plateada y luminosa.
Ya no. Ahora disfruta locamente con Ulises y se siente Calipso debajo de sus sábanas de raso, y ríe, ríe, ríe sin parar cuando piensa en la cara que pusieron sus amigas cuando sorprendidas, dijeron:
_ ¿Vos con el Heladerooooo?

jueves, 20 de octubre de 2011

De sentimientos y soledades


Tampoco me importa el mío
Y por eso hoy quiero hablar de la muerte. De las sensaciones y sentimientos que tiene cada quien al respecto. Ya sé que el tema era seguir con la comunidad La Primavera y la visita del hermano Félix Díaz, pero...¡Será otro jueves! porque el sábado pasó la Parca  abrazó a mi pa y se lo llevó con ella. 
Entonces...los amigos, las amigas, los parientes, la gente en general tal vez tengan en su imaginario que los deudos deben llorar hasta quedarse sin lágrimas, asistir a un velatorio, desarmarse en el dolor cual rompecabezas revoleado por el aire, poner flores en un cementerio...
Sin dudarlo digo que la muerte de un ser querido , causa tristeza, las muertes injustas, dolor y mucho más, la de los hijos..¡ ni siquiera me atrevo a pensarlo! Pero cuando uno acepta que la muerte es parte de la vida y que  la persona que fallece ya la vivió y con creces, bueno pues, en ese caso creo que deberíamos despojarnos del egoísmo de querer que alguien siga poniendo sus pies sobre esta tierra y dejar que partan en paz del mundo de los vivos. Y tómese la palabra VIVOS, en todo sentido. De hecho, a mi hermana la llamaron porque -esto es lo muy triste de la partida de mi pa- lo atropelló un auto y LOS CARANCHOS, intentaron atraparla para hacer un juicio y bla bla bla. (Si no vieron la película Carancho de Pablo Trapero 2010 ya que la traje a cuento, intenten verla)
Esperaba que el teléfono sonara en casa un día cualquiera y fuera mi hermana diciéndome: " Papá no se despertó" y lamentablemente no fue así. 
De todas maneras, y para no caer en lo estrictamente personal, digo a modo de generalidad, cuando una persona ya vivió más de 80 años y su salud física está resquebrajada,  su estado emocional está en la cuerda floja, o la tristeza empieza a ser parte de su cotidiano, cuando algo de eso o todo a la vez, le sucede a un ser que amamos..¿Está mal pensar que lo mejor que puede pasarle a ese Ser es partir? Y luego, creo que lo mejor que podemos hacer los que nos quedamos para sobrellevar la tristeza del adiós, es buscar los mejores recuerdos, sus gustos, sus torpezas, sus mejores momentos y honrar su partida como cada quien crea que es la mejor manera de hacerlo.
En nuestro caso, hiji que ama entrañablemente a su abuelo y yo, al saber de su partida salimos a tomar un té con sendas tortas, tal cual a él le hubiese encantado. ¡Si le gustaba tanto morfar al Quico! Y ya nada podía comer porque no lo dejaban, así que cuando podía, como los chicos, comía a escondidas. 
Y lo recordamos con amor, y reímos ante algunos episodios chistosos vividos con el Abu, y lloramos nuestra tristeza, y lo despedimos hasta cualquier otra vida.
Y  ¡YA! El tren del tiempo sigue su marcha, y nosotras somos sus pasajeras.
Por eso, permítanme en este jueves, esta intro a modo de homenaje a mi Padre, Francisco Miguel Porta, o "EL QUICO", y este saludo como final, que lleva mi más absoluta convicción, porque CREO EN ELLO:
"¡Chau Pa! Al fin te libraste del cuerpo. Te saludo con todo mi amor , adondequiera que estés"


                                               





Hasta el jueves próximo.Y como siempre, gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale?
Buena vida
 Lu
La frase para mirarse hacia adentro:
La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto. 
Baltasar Gracián
Acá no zafás
(para eso  me hice “bloggera”, para publicarme...¡así que leé la entrega Nro 36 de la suelta de  mis letritas!)
De sentimientos y soledades
Esa mañana, Paula Fernández, sintió que al fin todo sería distinto. Pudo ver claramente que ya no soportaba lo absurdo de cada día, que no encajaba esa rutina en su alma, que se sentía libre y con ganas de volar, de viajar, de conocer el mundo, de no programar ni siquiera el siguiente segundo. Sin duda, su esencia volaba alto, se dijo, pero su ser físico no encajaba en la realidad de desempleos y pobrezas, no encontraba la manera de lograr sus objetivos. Y lloró. Lloró al darse cuenta de que los años pasaban, y de que este país, su País, no avanzaba y ella siempre soñando imposibles.
Se enredó nuevamente en el laberinto de sus pensamientos, recordó sus amores, sus aventuras y su nada hoy.  Y siguió a llorando.
Lloró porque no podía soportar esa ausencia de amor y pensó que tal vez el problema no era el país, ni la miseria, ni los chicos de la calle, la política económica, ni los narco chicos o el pésimo sistema educativo, el vaciamiento de su obra social, etc.…etc.
Tal vez, el problema radicaba en que ella no tenía a su lado ese amor que siempre esperaba, ese Hombre con quien compartir sus días de soledad.
Y siguió llorando por no tener “…su amor, su cómplice y su todo…”, como dice ese poema de Benedetti que tanto le gusta.
Los ladridos de aquellos perros vagabundos rompiendo bolsas de residuos y contribuyendo así para que la ciudad, que ella amaba, estuviera más sucia, la sacaron del hilo de pensamientos que la encadenaba a sus frustradas historias de amor.
Entonces, como sucede habitualmente en los complejos laberintos de su mente, se encontró sin querer pensando en las miserias exteriores, lo cual sin duda calmaba su angustia personal y le permitía depositar sus broncas en un costado menos doloroso.
De pronto se dio cuenta de que ese dolor era real, de que su costado izquierdo dolía, de que ella seguía estando en su cuarto, y de que el implacable reloj no se había detenido ni un segundo.Pudo darse cuenta también de que el sol alto le anunciaba…el sol…el sol, se dijo…pero no pudo…el sol…
II
Abrió los ojos lentamente, perezosamente, intentando apagar su despertador para que no sonara furioso y le recordara que debería ir a trabajar, pero no lo encontró. Sólo encontró un botón de llamada a su lado y vio un techo muy claro al mirar hacia arriba.Agudizó sus sentidos, escuchó voces varias, sintió olor a desinfectante barato, pasos acercándose y una voz firme pero dulce, diciéndole: ¿Que pasó m’hijita?
Entonces, terminó de entender lo que no quería.
_ Ignacio Molina, un gustazo y para servirla_ decía ese hombre que le extendía la mano, amigablemente, a modo de saludo. 
En su pulcro guardapolvo blanco podía leerse, prolijamente estampado, en el bolsillo superior izquierdo: HOSPITAL REGIONAL-USHUAIA.
¡Lo había hecho! Finalmente había vaciado el frasco de pastillas “suaves” para dormir sus insomnios, sus gaviotas interiores, sus vuelos por el mundo, su absurda libertad que ya no podía resistir tanta presión de una sociedad “careta”, sus sentimientos que no podía comunicar, porque las personas, pertenecientes sin duda al mundo de lo convencional, jamás entenderían sus conceptos, sus ideas, sus sentires. 
¡Lo había hecho! ¿O no? Tal vez soñaba. Trató de despertarse, restregándose furiosamente sus hinchados ojos, y escuchó una vez más esa voz firme y dulce:
_ ¿Qué pasó m’hijita?…
Lloró otra vez Paula Fernández. En silencio y hasta agotar todos sus pedacitos de lágrimas, mientras el apacible y atemporal Ignacio Molina le palmeaba el hombro y con el ceño fruncido, ojos inquisidores y sus bien peinadas canas, esperaba algún tipo de respuesta. Respuesta que no tenía la llorosa y despeinada Paula que, para ese entonces, sólo miraba el techo y se limpiaba los mocos con el puño de su camisón.
¿Por qué lo había hecho? Tal vez ni ella lo supiera. Sólo pensaba en dormir profundamente, se dijo, ¿A quién explicarle lo inexplicable?...
Volvió a mirar a Ignacio Molina y se sintió mejor. Pensó que tal vez fuera cierto eso que escuchó por allí de las causalidades…tal vez…
Pidió por favor a la enfermera, que entró con aire casual, que cerrara la puerta, que necesitaba estar a solas y que, por favor, no permitiera visitas a su habitación 
De pronto, se dio cuenta de que allí seguía parado ese atemporal Ignacio. Si hasta podía decirse que él era sólo como él mismo, que nada le importaba del protocolo, ni de los años que aparentaba o tenía realmente.
“¡Qué bueno!, es muy interesante”, se dijo, y trató por primera vez en ese interminable día de acomodar sus cabellos, de incorporarse en la cama y de recuperar su despreocupado estilo, del que nada quedaba en ese momento.
_Perdón doc., pero si se queda allí parado mirándome, no creo que pueda decirle nada. 
_Perdón, Paula, pero si se queda allí acostada, lamentándose no creo que pueda ayudarla en nada. La espero mañana, a las 15:00, en la tira 4, consultorio 3”-
“¡Qué HOMBRE!”, pensó Paula, y por primera vez se sintió relajada.
Se “bancó” las rutinas hospitalarias con mejor humor; tomó la medicación que le asignaron sin cuestionar y quedó nuevamente colgada en pensamientos vanos que se desdibujaban, que se convertían en fuertes imágenes, que se mezclaban y terminaban en un laberinto del cual no quiso salir, porque esta vez veía como sus gaviotas remontaban vuelo y como, etérea, flotaba casi sobre ese campo de amapolas que durante más de dos décadas sólo guardó para sí.
Pero ahora estaba allí, sonriente, descalzo, despreocupado, aguardándola, sintiéndola, palpando cada centímetro de su piel, abrazándola, observando su tersa desnudez, Ignacio Molina- psiquiatra.