Tampoco me importa el mío
Sin duda vivimos tiempos convulsionados en cualquier lugar del planeta, sin duda las guerras son desastres universales y deben importarnos aun cuando sucedan en países remotos, o no tanto.
Partiendo desde ese punto extremo de ambición y odio, desde ahí para abajo pasan infinidad de situaciones abrumadoras en cualquier sitio de este mundo.
Explotación y falta de respeto hacia los más débiles, atropello de los derechos, intolerancia hacia "el diferente", es decir, cero empatía con la diversidad y todo lo que ustedes ya saben si tienen los ojos y el corazón bien abiertos.
Pero...
también tengo la certeza de que alrededor del mundo suceden infinitas situaciones alentadoras, que existe la gente empática, seres solidarios que dejan de mirarse el ombligo para buscar la manera de ayudar al prójimo, que hay una juventud que desborda ideas superadoras y buena voluntad, que hay familias que siguen educando a sus hijos sin buscar culpas afuera si algo no sale bien dentro de su núcleo primario y mucho, mucho más.
Sólo que...¡no tienen prensa!
Son pocos los medios que siguen siendo fieles a su compromiso de informar, de ser veraces , de buscar y difundir las buenas noticias y mucho más.
Por eso hoy y para despedirme, estaré ausente algunas semanas, quiero compartir una de esas buenas noticias, es algo que encontré de casualidad y sin buscar en Instagram. De allí fui a google y, felizmente, encontré muchas notas al respecto al igual que en YOUTUBE
Les cuento: Jorge "Bocha" Ignacio, un abuelo, se conmovió ante el pedido de su nieta Candela que pretendía un colectivo para poder llevar a sus amigos y amigas de paseo, cosa que no podía hacer en su karting con motor eléctrico.
-Abuelo, quiero un colectivo para llevar a mis amigos! dijo la niña que en ese entonces tenía 6 años.
Y su abuelo, mecánico y "fierrero", también chofer de colectivo, puso manos a la obra.
Cuatro años tardó en llevar adelante su cometido
¡Y logró un resultado sensacional! Es una réplica de la línea 109. Con capacidad para siete pasajeros, el motor es de Gilera, los frenos de Fiat duna y los asientos de karting. Chasis, carrocería, y cada detalle fueron creados por este abuelo amoroso. Lo único que él no hizo fue la pintura y el fileteado.
El corolario de esta historia es que en la actualidad Candela ya no usa más el colectivo y Jorge, con un corazón inmenso y amoroso, todos los domingos va a la plaza de su barrio y -dentro de la misma- lleva a pasear a niños y niñas que cada fin de semana lo esperan felices.
Las fotos son de https://lmdiario.com.ar/
Espero que en verdad esta historia les haya puesto los ánimos para arriba a quienes siempre ven el vaso "medio vacío" y a quienes, como yo, ven siempre el vaso "medio lleno" les haya dado un motivo más para sumar ternura y optimismo a su día.
Como ya anticipé, estaré ausente algunas semanas. Me voy un poco más al norte de mis país, tampoco tanto pero unos 3000km más o menos. Iré a visitar familia y amistades en CABA, Rosario y María Susana.
Gracias por pasar. Hasta el viernes 21 de julio, o hasta cuando gusten volver.
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº485 de la suelta de mis letritas)
Martín y mi práctica docente
Al fin, llegó el momento de realizar las primeras prácticas.
Al fin, podría desacartonar la teoría. ¡Soñó tanto con ese momento!
Imaginó distintas maneras de cómo sería su primer contacto con un grupo de veinte niños y niñas de 3 años.
Estaba muy segura de si misma y de su condición de docente por convicción. Docente porque creía necesario cambiar las enquistadas prácticas. Docente por la libertad de pensamiento de niños y niñas, por el respeto hacia ellos/ellas por y para que lograran ser personitas independientes, que pudieran construir pasito a paso capacidad crítica.
Trabajó a destajo para preparar el material didáctico para ese primer contacto con la realidad áulica, pensó y repensó su práctica, tachó, borroneó y volvió a escribir la cuidada planificación.
No dejó detalle al azar. El tema que debía llevar adelante (impuesto por la docente a cargo del grupo) era “medios de transporte”.
Se levantó más temprano que de costumbre esa mañana. Sólo tomó un cortado. Se peinó con una “colita de caballo”, delineó apenas los ojos y se dio un toque de lápiz labial. Un jean y zapatillas para poder sentarse cómodamente en la ronda, sobre el piso, con los pequeños.
Y, claro está, no olvidó el delantal cuadrillé, con el cual se sentía tan orgullosa al usarlo.
Se colgó del colectivo 56 como cada mañana, bajó en Congreso, esperó el 37… ¡otra vez apiñada como sardinas en lata! Protegía como podía su bolso con el material didáctico que le había costado tanto esfuerzo preparar.
Al fin, luego de más de una insoportable e incómoda hora, pudo bajar en Dorrego y Figueroa Alcorta.
Se reacomodó en el baño de las maestras y salió, justo a tiempo, con el sonar del timbre que indicaba que la jornada escolar comenzaba.
Entró segura a la sala. “Canchera” casi, jamás sintió temor ni nervios ante ninguna práctica docente.
Al grupo ya lo conocía, de haber hecho las observaciones en esa misma sala.
Sabía entonces que debería estar muy atenta a los movimientos de Martín. Era un niño con trastorno de déficit de atención, hiperactivo y muy inteligente. Por lo tanto, era su gran desafío.
Pasó el momento de intercambio, ante la atenta mirada de la docente que la evaluaba, y hacía algunas anotaciones en una planilla.
Salieron a correr un poco al amplio parque, (pensó que era oportuno, para poder luego volver a la sala, a una actividad que requería atención)
Era la actividad más importante así que, ni bien regresaron, usó todos los recursos de que disponía para volverlos a la calma. Una vez logrado el objetivo hizo gran despliegue de figuras de medios de transporte (autos, colectivos, aviones, etc)
Y cuando todo iba viento en popa, Martín levantó la mano, y sin esperar que le dieran la palabra interrumpió a viva voz atropellando los sonidos, chocando las sílabas unas con otras:
-”Yo en mi casa tengo un tanque”
La incipiente docente, la que estrenaba práctica dijo, tranquila y sin inmutarse:
-¡Qué bien Martín! ¿Y qué transporta tu tanque?
Otra vez Martín con las sílabas mezcladas, chocándose por el apuro y el nerviosismo que lo caracterizaban, contestó:
-¡Es un tanque que tiene un botón vos lo apretás sale el agua y se va la caca!