viernes, 30 de octubre de 2020
Adaptaciones... o no
viernes, 23 de octubre de 2020
Revelación
Tampoco me importa el mío
"Disculpe, ¿el animal habla?"
A lo que el loro responde:
"No, señor."
No podía dormir y eso me enojaba lo suficiente como para que mi mal humor aumentara directamente proporcional a la temperatura veraniega y santafesina.
Dormías, tan chiquita y tranquila, relajada, transpirada...
Una ducha, pensé. Sería un bálsamo.
Agua fresca sobre mis poros abiertos, y ese pulso acelerado que no se aquietaba.
Apenas un batón floreado sobre mi piel húmeda.
Respiraba con dificultad, me sentía habitada por bandadas deseosas de volar, y ese zumbido de abejas enajenadas que no cesaba …
Una granada estallando, tiñó de rojo el césped y la explosión frutal contrastó, en el silencio de la siesta, con aquel sonido extraño.
Después...no recuerdo.
Aturdida, aún pude escuchar lo único que recuerdo nítidamente: "la nota no dice Sr. Juez”. Dice “Para Victoria, mi amor...."
Tu padre, seguía roncando, como siempre, y vos, tan chiquita soñabas en tu cuna absolutamente ajena y despatarrada
Ahora ya lo sabés.
viernes, 16 de octubre de 2020
Espejando la vida
Tampoco me importa el mío
Este acto de fundación fue acompañado por la tripulación de la Cañonera Paraná, por Juan Lawrence, maestro de la Misión; Robert W. Whaits, misionero que compartía la tarea de enseñanza y un grupo de 330 indios, en donde se encontraba Jorge Okkoko, el más veterano, ya que había ido con los misioneros a las Malvinas en 1858.
Okkoko fue el primer maestro de su idioma que tuvo Bridges, ahora maestro de los suyos. También lo era Jorge Lauaia, esposo de Hester, hija del célebre Jimmy Button (llevado por Fitz Roy a Inglaterra en 1830); Sisoi, el cantor de la Misión; Cushinjiz, novio del primer casamiento en Tierra del Fuego; Maracol, considerado capitalista por tener varios vacunos; Clemente Wiyellin, quien sería el último de los sobrevivientes después de la hecatombe social que arrasó con los suyos.
viernes, 9 de octubre de 2020
A llenar vacíos
-A Dios rogando y en tu casa orando.
-A papel higiénico regalado no se le mira la marca.
-Más vale estornudo controlado, que cien virus volando.
-No por mucho madrugar, vas a salir a callejear
-Aunque la mona se vista de seda, en casa se queda.
-No hay cuarentena que dure 100 años, ni cuerpo que la resista
-Al mal tiempo, buena casa.
-Aunque no vivas en un convento, quédate dentro.
-Todos los caminos llevan al refrigerador.
-Más vale viejito encerrado, que muy pronto enterrado.
-Si la gripe suena, ponte en cuarentena.
Vale aclarar que no copié todos los refranes, sino solamente los que más me gustaron.
la misma nada
reflejada en tu mirada
que espejaba
la tristeza
las voces silenciadas
las manos atrofiadas
y los silencios cómplices
de las voces mundanas.
Esa soledad tan tuya
detrás de tu mirada
mirando la
misma nada,
en esa ventana al
vacío...muy vacío,
corrompido, entregado
que no se llenará de vos
ni con vos,
ni con voz ni voto
ni con voces vanas
ni con él, yo, ella
sino de nosotros, vosotros
ellos y ellas
uniendo
nuestras miradas
nuestras manos
trabajadoras
y las nuevas voces alzadas.
viernes, 2 de octubre de 2020
Santa Rita
Santa Rita
Ese día algo me pasó y creo que fue Santa Rita la que me ayudó.
Nada grave, nada que no tuviera solución, pero que complicaba un poco más la semana tan nevada.
Salí a palear nieve y, luego de 40 minutos de hacerlo, al entrar a mi casa me di cuenta de que había perdido las llaves.
No sé como fue, porque no soy devota ni conozco la vida de los santos, pero me acordé que decían que Santa Rita era la patrona de lo imposible. Sólo dije ¡Santa Rita ayudame a encontrar todas mis llaves!
Tomé nuevamente la pala y, a pesar de que el sector que tenía que barrer era amplio, fui directo a un sitio, y en la segunda palada ¡hallé mis llaves!
Y con mis llaves encontré a Juan, que era el cerrajero al que había llamado para que me auxilie.
-Hola! Llegaste justo en el momento en que acabo de rescatar mi llavero que se había enterrado en la nieve.
Te pido disculpas, y por supuesto te voy a pagar lo que corresponda, por haber echo que te movilizaras hasta acá, le dije sosteniendo triunfal las llaves en mi mano.
¿Cuánto te puedo cobrar? Me respondió, con una voz que sonaba a Pancho Ibáñez, en los tiempos que conducía “El deporte y el hombre”.
-Lo que corresponda, dije y me di cuenta de que habíamos iniciado un juego de seducción y las feromonas estaban en una danza frenética imposible de detener.
-¿Qué te parece una cena? fue su seductora respuesta.
Esa noche vino a cenar a mi casa como “parte de pago”...
Y
hace un año que sigo "pagando" con enorme placer.
¡Ya aprendí a hacer copias de llaves! Juan es el mejor hombre, el mejor cerrajero, el mejor docente y ¡el mejor amante!
¡Gracias Santa Rita!