viernes, 30 de enero de 2015

El celular de Hansel y Gretel (parte II)- Hernán Casciari

Tampoco me importa el mío
Por eso la vida me da sorpresas…¡y este blog también! El sábado al regresar a mi casa abrí, como siempre lo hago, el buzón. Creo que ese gesto de abrirlo  cotidianamente  es mi manera de atrincherarme, mi manera de resistir a la desaparición de la correspondencia postal, que es personal, inequívoca, que huele según la persona que la envía, que nos permite sentir sus vibraciones, sus novedades, su estado de ánimo, según esa caligrafía más o menos apretada, más o menos legible, más o menos segura…
Pero, volviendo al buzón, generalmente su interior está vacío y oscuro, ocasionalmente encuentro facturas a pagar y, a principios de enero,  finalmente mi requisa dio resultado: encontré, como ya saben, el sobre cubierto de estampillas de Portugal que me enviara mi amiga Hélène.
¿Y porqué mencioné el sábado? Pues porque ese día, al abrirlo… ¡encontré una carta en su interior! Sobre de papel madera, con mi nombre escrito en letra cursiva, prolijita y serena…En el dorso, como corresponde, escrito con la misma letra, nombre y domicilio de la autora de tan magnifico gesto. No tenía estampillas, acercó la carta personalmente, lo cual le da, para mi, un valor agregado.
¿Y porqué el blog me da sorpresas? ¡Pues porque esa carta me la había dejado una asidua lectora de ¡Que me importa tu pasado!
Solidarizándose y acordando con mi causa, el sobre contenía, además de una carta llena de afecto y comentarios, hechos con una magnífica letra, prolija, segura, firme, pequeñita, copia de  una nota de la revista La Nación del domingo 27 de julio 2014.
Y cuál es el título de dicha nota? “LA RESISTENCIA EPISTOLAR”
Voy a copiar aquí, la presentación de dicha nota: “Una carta cruza océanos, pasa de mano en mano, llega sin aviso, da placer al tacto y siempre sorprende. Sí, aún subsisten quienes practican el arte de la correspondencia"
Luego, Silvina Dell'Isola, autora de la nota, se lanza al rescate de la correspondencia postal, ofrece datos más que interesantes, de diversas organizaciones, y también de personas solitarias que realizan acciones para revalorar esta buena  y afectuosa manera de comunicarse. 
¡Que importa que tarde más que un mail, o un wasap! ...¿porqué desterrarlas? Una cosa, no debería invalidar a la otra. Para lo urgente, para lo laboral, ¡bienvenido el avance tecnológico! para escribir con el alma y dedicarse al ser entrañable, la carta de "puño y letra". ¿O será cierto que ya no hay tiempo para la ternura, para los afectos, para las oraciones bien estructuradas y plenas de sentimientos?
En fin, como me sucede habitualmente, me bifurco en tantas ideas que me pierdo -y seguramente quienes leen este blog también- así que mejor, les cuento ahora que, quien me dejó esa maravillosa carta con esa nota, es además de lectora (no sólo de mi blog) mi compañera de portugués y ella, en el final de su carta -emulando a facebook-  "me postula" para que trate el tema de las cartas en tres post consecutivos.
Pues, eso haré entonces, y en la próxima entrada voy a mencionar aquí donde se puede contactar a las gentes que están realizando acciones para que no queden las cartas en el olvido total, y de que se tratan las mismas. Como anticipo,algo que no extraje de la nota de La Nación.  Hay aquí en Ushuaia un joven de poco más o menos 30 años, que lo estuvo intentando...Pero, me parece que se dio por vencido. 
Como siempre, gracias por leer mi blog. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? ¡Hasta el viernes próximo! Buena vida
  Lu
Frases para pensar: Hoy, Facundo Cabral x 3
"El amor nunca muere, sólo cambia de lugar"
"De la cuna a la tumba es una escuela, por eso lo que llamas problemas son lecciones"
"Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto?"
H0y zafás:
Este viernes no verán en esta sección letritas propias porque, como ya dije, tengo muchas ganas de compartir el texto de Hernán Casciari, que seguramente algunos lectores y lectoras ya conocen, pues circuló por internet. En mi opinión, vale la pena refrescarlo. Me parece que el humor que conlleva implícito es para compartir, y  la reflexión, entre lineas,  acerca de la evolución -o no-de la narrativa, del valor intrínseco de los cuentos y relatos, queda librada al pensamiento de cada quien. Agrego que podemos deducir que, tal vez, se ha perdido el romanticismo.Va entonces la segunda parte.
El celular de Hansel y Gretel (parte II)
Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados.
La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría ‘Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.
La famosa novela de James M. Cain -‘El cartero llama dos veces’- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría ‘El gmail me duplica los correos entrantes’ y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.
Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, “Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura”, la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca (o que se quedó sin saldo).
En la obra ‘El jotapegé de Dorian Grey’, Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.
La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre ‘quién es la mujer más bella del mundo’, porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.
Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.
Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento,aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas.
Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.
¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.
Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.
Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.

1 comentario:

  1. Nuevamente el tema de las misivas escritas a mano, ¡qué gran tema! Y qué lindo es recibir algo escrito de puño y letra de alguien que pensó en nosotros y se tomó la tarea de papel y birome o lapicera a su alcance, nos cuenta cosas, nos pregunta cómo estamos y tal vez hasta nos promete una visita. Tenés razón que es más lindo de este modo. Recuerdo la época en que con mi marido cambiamos de provincia y estando él en Río Grande y yo aquí, cruzamos en 45 días 45 cartas entre los dos, aclaro, más de 20 cada uno. Y qué lindo fue, todavía las tengo, mejor dicho se las dejé en custodia a mi hijo, quizás alguna vez las lea y se ría o llore al ver cómo sus padres se querían y extrañaban por carta. En fin, hermoso tema, yo también guardo las cartas de mi papá cuando recién recibida de auxiliar de enfermería me largué a la aventura de trabajar en Mar del Plata donde vivía mi hermana. También guardo cartas de ella, porque, obviamente en aquellos tiempos pese a que había teléfonos no todo el mundo los tenía y nunca dejamos de comunicarnos por vía postal. Hoy solamente lo hacemos por teléfono, celular o facebook.
    Me encanta el humor de este señor del cual publicaste esta especie de crónica-cuento. Sigo pensando que la tecnología bien utilizada no le quita ilusión ni magia a la comunicación humana, símplemente es otra forma, porque son otros los tiempos. Besos, Evy

    P.D. Me debés una respuesta a mi último mail, estoy muy tonta y necesito mimos.

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