Tampoco me importa el mío
Estaba hilvanando letras, juntándolas en frases que se desbandaban en mi mente, cuando las sirenas de los bomberos, potentes y como si estuvieran en mi predio, me sacaron totalmente de eje.
Al mismo tiempo, mi olfato me indicaba fuerte olor a humo por lo que mi alarma interior me sacó totalmente de tal abstracción literaria.
Observé entonces desde mi ventana y vi, en la calle paralela a la mía, despliegue de bomberos, personal de defensa civil y patrulleros policiales toda vez que una densa humareda cubría los árboles de mi jardín. Ya no tuve dudas: una de las casas, cuyos fondos lindan con los de mi cuadra, se estaba incendiando. No podía ver cual pues la humareda era muy densa y porque los árboles tan altos del jardín de mi vecino de al lado no me permitían ver más.
Total que, según datos que leí luego en una diario digital local, se quemó en un 90% una pequeña casa de madera que era alquilada por una chica de 22 años. Tal parece, habían puesto a secar ropa sobre un calefactor.
Ya totalmente desconectada, de las frases que hilvanaba antes de tales aconteceres, es que decido contarles el suceso habida cuenta de que, ahora mismo, no se me ocurre ningún otro tema.
No puedo dejar de pensar en esas personas que tienen un techo, muebles, fotos, recuerdos, ropa, DNI y otros documentos, tarjetas de crédito, teléfonos celulares, libros, cuadernos, juguetes y en un instante se quedan solamente con lo puesto.
Quiero decir, contrariando el imaginario popular, que en esta ciudad tan turística, tan soñada por miles de personas en el mundo, hay un porcentaje de población que vive en casillas, con garrafas o cualquier sistema precario tanto de calefacción como de electricidad por lo que durante los inviernos, ante el desconocimiento de normas básicas y tratando de tener un ambiente cálido, frecuentemente se producen devastadores incendios. Sin dudas las personas a las que se le quema la vivienda son, causalmente, personas en estado de vulnerabilidad. En su gran mayoría ni siquiera tienen un familiar cercano como para ir a cobijarse durante el primer tiempo, en tanto, con ayuda comunitaria, intentan reconstruir su vivienda.
Por suerte para tal desgracia, al menos en la mayoría de los casos, los moradores logran salir ilesos.
Es todo por hoy. En la semana que tengo por delante, intentaré retomar el hilo de mis pensamientos que, tengo idea, iban por el buen camino de ser una crónica divertida relacionada con mi mascota.
Al mismo tiempo, mi olfato me indicaba fuerte olor a humo por lo que mi alarma interior me sacó totalmente de tal abstracción literaria.
Observé entonces desde mi ventana y vi, en la calle paralela a la mía, despliegue de bomberos, personal de defensa civil y patrulleros policiales toda vez que una densa humareda cubría los árboles de mi jardín. Ya no tuve dudas: una de las casas, cuyos fondos lindan con los de mi cuadra, se estaba incendiando. No podía ver cual pues la humareda era muy densa y porque los árboles tan altos del jardín de mi vecino de al lado no me permitían ver más.
Total que, según datos que leí luego en una diario digital local, se quemó en un 90% una pequeña casa de madera que era alquilada por una chica de 22 años. Tal parece, habían puesto a secar ropa sobre un calefactor.
Ya totalmente desconectada, de las frases que hilvanaba antes de tales aconteceres, es que decido contarles el suceso habida cuenta de que, ahora mismo, no se me ocurre ningún otro tema.
No puedo dejar de pensar en esas personas que tienen un techo, muebles, fotos, recuerdos, ropa, DNI y otros documentos, tarjetas de crédito, teléfonos celulares, libros, cuadernos, juguetes y en un instante se quedan solamente con lo puesto.
Quiero decir, contrariando el imaginario popular, que en esta ciudad tan turística, tan soñada por miles de personas en el mundo, hay un porcentaje de población que vive en casillas, con garrafas o cualquier sistema precario tanto de calefacción como de electricidad por lo que durante los inviernos, ante el desconocimiento de normas básicas y tratando de tener un ambiente cálido, frecuentemente se producen devastadores incendios. Sin dudas las personas a las que se le quema la vivienda son, causalmente, personas en estado de vulnerabilidad. En su gran mayoría ni siquiera tienen un familiar cercano como para ir a cobijarse durante el primer tiempo, en tanto, con ayuda comunitaria, intentan reconstruir su vivienda.
Por suerte para tal desgracia, al menos en la mayoría de los casos, los moradores logran salir ilesos.
Es todo por hoy. En la semana que tengo por delante, intentaré retomar el hilo de mis pensamientos que, tengo idea, iban por el buen camino de ser una crónica divertida relacionada con mi mascota.
Gracias por pasar por aquí. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? Hasta el viernes próximo. Buena vida y BUENA VIBRA.
Frases: 3 de Ingrid Bergman
“¿Beso? Un truco encantador para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas.”
“Para ser dichosa basta con tener buena salud y mala memoria.”
“No me arrepiento de nada. No habría vivido mi vida como lo hice si me fuese preocupando por lo que la gente iba a decir.”
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme... ¡así que leé la entrega Nº 276 de la suelta de mis letritas!)
Amor en pausa
Al fin viajaría a Barcelona. A pesar de vivir en París, adonde llegó exiliado desde Buenos Aires a fines de los 70, nunca había podido ir. Algo acontecía cada vez que planeaba un verano a orillas del Mediterráneo.
Feliz preparó su mochila. Serían 5 días. Suficientes para pasear por las ramblas, perderse en las callecitas del barrio de Gràcia, sin olvidar el Parc Güell por supuesto, echarse en la Barceloneta, salir de tapas y disfrutar de ese paisaje acogedor del que tantas veces le había contado Elena, dejando entrever la necesidad de un reencuentro.
Elenita, como le decían cuando ambos eran adolescentes y vivían en Vicente López.
Se amaban entonces, pero eran tiempos difíciles. Difíciles para los que pensaran distinto, difíciles para los inteligentes, difíciles para los que se salían del molde y tenían pensamiento propio...
¡Eran los desaparecidos de entonces! Eran sobre los que los adultos, apelmazados y asustados, sostenían “algo habrán hecho” justificando así sus muertes.
A ella, la mandaron los padres a estudiar a Barcelona. Estaban aterrorizados porque él no sólo era el primo, sino porque –lo peor de lo malo- “era comunista”.
Él siguió, hasta la noche que tuvo que escaparse por los techos, yendo a la facultad de ingeniería, militando clandestinamente, leyendo libros “prohibidos”...
Esa noche fue el fin y el principio. Logró que un cuñado de su tía Lola, que trabajaba en Ezeiza, lo embarcara hacia París.
Fue duro el comienzo. Se juntó con expatriados y generaron vínculos a partir de la desgracia compartida, y entre todos rearmaron la Argentina en un barrio parisino. Luego el devenir de los días, todos y cada uno fueron aquerenciándose, siempre con el mate en la mano, las pizzas nocturnas y algún picadito de hombres donde se podía.
Se casó, tuvo un hijo, construyó desde la nada, vivió intensamente cada día, amó, sufrió, como cualquier mortal, con el valor agregado de remontar el desarraigo
Celebró el retorno de la democracia, y regresó a Buenos Aires para abrazar a los viejos, pero ya no era tiempo de volver a empezar.
Así fue como Juan, se quedó en París. Se separó, cambió de trabajos, pintó y esculpió logrando varias y buenas exposiciones.
Así fue como pasaron treinta y cuatro años sin casi darse cuenta.
Treinta y cuatro años intercambiando novedades con su prima. En principio, alguna llamada telefónica o correo postal. Más adelante, mails, skype, y cuanto adelanto tecnológico pudiera acercarlos a pesar de la distancia física.
¡Treinta y cuatro años en que el amor entre ambos estaba en “pausa”! piensa y...
Cambia de mochila. Necesitará más ropa
Intuye que podría quedarse bastante más que cinco días...
Piensa, excitado, que tal vez haya llegado el momento de poner “play” a los sentimientos.
Y sale, feliz, rumbo al aeropuerto de Orly a tomar el vuelo que lo llevará hacia el amor.
A ella, la mandaron los padres a estudiar a Barcelona. Estaban aterrorizados porque él no sólo era el primo, sino porque –lo peor de lo malo- “era comunista”.
Él siguió, hasta la noche que tuvo que escaparse por los techos, yendo a la facultad de ingeniería, militando clandestinamente, leyendo libros “prohibidos”...
Esa noche fue el fin y el principio. Logró que un cuñado de su tía Lola, que trabajaba en Ezeiza, lo embarcara hacia París.
Fue duro el comienzo. Se juntó con expatriados y generaron vínculos a partir de la desgracia compartida, y entre todos rearmaron la Argentina en un barrio parisino. Luego el devenir de los días, todos y cada uno fueron aquerenciándose, siempre con el mate en la mano, las pizzas nocturnas y algún picadito de hombres donde se podía.
Se casó, tuvo un hijo, construyó desde la nada, vivió intensamente cada día, amó, sufrió, como cualquier mortal, con el valor agregado de remontar el desarraigo
Celebró el retorno de la democracia, y regresó a Buenos Aires para abrazar a los viejos, pero ya no era tiempo de volver a empezar.
Así fue como Juan, se quedó en París. Se separó, cambió de trabajos, pintó y esculpió logrando varias y buenas exposiciones.
Así fue como pasaron treinta y cuatro años sin casi darse cuenta.
Treinta y cuatro años intercambiando novedades con su prima. En principio, alguna llamada telefónica o correo postal. Más adelante, mails, skype, y cuanto adelanto tecnológico pudiera acercarlos a pesar de la distancia física.
¡Treinta y cuatro años en que el amor entre ambos estaba en “pausa”! piensa y...
Cambia de mochila. Necesitará más ropa
Intuye que podría quedarse bastante más que cinco días...
Piensa, excitado, que tal vez haya llegado el momento de poner “play” a los sentimientos.
Y sale, feliz, rumbo al aeropuerto de Orly a tomar el vuelo que lo llevará hacia el amor.
Dos textos diferentes
ResponderBorrarEs como si dos personas distintas los hubieran escrito.
La soledad del fuego debe de ser terrible...
Llegar al amor es maravilloso...
que tu semana sea
Lo mejor que puedas vivirla
Con tu pasion
abrazos
Querida, Lu, ya veo que tus musas proponen y tus vecinos disponen.
ResponderBorrarCon lo que nos cuentas del incendio se refuerza mi manía de no acumular cosas, porque puede que nada te sobreviva por un accidente como el que nos cuentas, o porque nadie crea que merezca la pena salvar nada de lo que tú has atesorada con tanto afán.
pero vayamos a lo que importa, es cierto que esto les ocurre siempre a los que menos tienen y viven en condiciones precarias. Aquí hubo varios incendios provocados porque se volvió a ¡utilizar el brasero! y las velas para iluminarse, ya que la luz se ha convertido en un artículo de lujo.
Se están tomando medidas, todavía tíbias, contra lo que se ha llamado "La pobreza energética" para que no se les corte la luz a las personas sin saber antes y remediar por qué dejaron de pagar los recibos.
Lo siento mucho por esa chiquilla.
Me encantan todas las frases de Ingrid Bergman, pero la que más practico es la última.
De tu estupendo relato, Lu, me quedé con las ganas de saber si todavía quedaban brasas en ese amor que está próximo a un encuentro después de tanto años y, sobre todo, de la experiencia vital de cada uno que es lo que va a determinar el desenlace.
Un abrazo,
Hola Tesa
ResponderBorrarPues con el comentario sobre mi relato te has convertido, por hoy, en mi musa.
¡Me encantó tu intriga ! Ya escribiré un desenlace, que iré pergeñando sobre la marcha y mis dedos teclearán alocados intentando plasmarlo.
De hecho, hay distintas variables...dependerá del punto de vista ...¿De ella? ¿De él? Ya veré que sale.
Un abrazo
Bueno, Lu, si haces lo dos puntos de vista, muchísimo mejor, pero seguro que será genial lo que se te ocurra, y yo que lo disfrutaré.
ResponderBorrarAunque soy de las que opina que mejor no "regresar" a los lugares o personas donde fuiste feliz no sea que se te malogre el recuerdo.
Un abrazo,
Me encanta lo de Tesa, Lu... mejor no regresar a personas que te parecieron geniales en el pasado. Cambiado el momento y el contexto social en el que parecían serlo, tal vez ahora nos parezcan infieles caricaturas de otros tiempos... O no, tal vez haya en el fondo de una mirada mucho de lo que nos llega a la esencia de nosotros mismos. Y la chispa vuelva a encenderse... Quedó, como Tesa, a la espera de la segunda parte.
ResponderBorrarCon respecto al incendio: TERRIBLE. A una amiga se le quemó todo el último agosto... y viví muy de cerca el desamparo total en que quedó con sus hijos más jóvenes. Muchos la ayudamos de corazón, dándole cosas que sabíamos que necesitaba (no trastos viejos que sobraban en casa), comprándole cosas... objetos restituibles. Nada puede reemplazar las fotos de sus hijos, los recuerdos... Un golpe muy duro, y si los afectados no tienen un entorno que pueda ayudar un poco, peor aún. Abrazo, Lu, y que siga la historia en Barcelona
ResponderBorrarLu un incendio es desvastador. Me gusto lo del amor en pausa, porque uno no deja de amar, solo sigue su camino. Un abrazo y cuídate mucho
ResponderBorrarNosotras con tantos años en justamente la tierra de los fuegos como la llamaron los «conquistadores» sabemos lo devastador que puede ser un incendio, y más en las condiciones precarias en que vive mucha gente que se muda allá en busca de trabajo y una vida mejor. Yo lo viví, en una pequeña casita de madera calefaccionada por un noble Brametal a kerosene. Por suerte nunca tuve un evento de esa índole pero si vi muchos en los tiempos en que el gas natural no llegaba a todos los barrios. Realmente debe ser algo terrible quedarse de pronto en la calle, sin nada más que lo puesto. Me encantaron las frases de Ingrid, muy prácticas. Y bueno a ver que pasa con ese amor en pausa... ¡Qué intriga! Besos, Evy
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