Carta debida...¡Carta de vida!

 Tampoco me importa el mío 

Con una mañana luminosa me pareció una buena idea tomar fotos para compartir.

Entonces...

¡Hoy va de fotos!

En esta ocasión, de mi barrio, del Tren del fin del mundo y alguna panorámica tomada desde la zona de la vieja pista de esquí.

¿Vamos? Arrancamos por la "Laguna del diablo", que ya conocen los que me visitan asiduamente, y vamos bordeándola.

Al fondo de las dos primeras, podemos ver la antigua pista de esquí, la que al caer en desuso se reforesta naturalmente

Precioso el calafate florido, amarilleando el verde del mini bosque en el centro del cual está la laguna

Un par de cuadras y otra plazoleta de mi barrio

Antes de ir a la estación del Fin del Mundo, y ya que estamos en mi barrio, vamos a ascender hasta la base de la antigua pista de esquí que ya observamos al principio de este "mini paseo".

Y, desde esta base, podemos obtener un par de vistas panorámicas.

Al volver sobe nuestros pasos para retornar al punto de partida, mi casa, imposible no tomar una foto, zoom mediante, al majestuoso Monte Olivia y a su vecino, el "Cinco hermanos"

¿Que ya es suficiente por hoy? ¿Que mucho caminar y, como si fuera poco, la subida hasta la base de la antigua pista?

Bueno está bien y, a decir verdad, ya tengo ganas de ir a mi casa por un rico y humeante café así que...

¡Nos vemos la semana próxima en la "Estación del Fin del Mundo"!

Gracias por pasar. Hasta el viernes próximo, o hasta cuando gusten volver.                    

 Lu

Música para el disfrute

Acá no zafás:

(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº418 de la suelta de mis letritas)

NOTA: Esta historia la escribí hace dos años para participar de un concurso literario para pacientes oncológicos. Desde entonces, miles de veces me he preguntado si compartirla en mi casita de letras o no. 

Y llegó el momento: hoy me dije ¿por qué no? 

Es una historia de vida, y tal vez a alguien que ahora mismo esté leyendo le sirva para comprender que el cáncer no siempre es una mala palabra, que los controles de salud anuales son necesarios para poder prevenirlo, para poder hacer lo imprescindible y librarse de esa enfermedad de mierda. 

De todos modos, hay que decirlo también, en algunos tipos de la amplia gama de la enfermedad, los síntomas se detectan tardíamente, cuando ya nada queda por hacer. 

Pero en ese aspecto el de mama y el de útero son absolutamente curables en tanto y en cuanto una se controle regularmente. Y otros varios por cierto, que no voy a mencionar porque el punto para el éxito es siempre el mismo: controles anuales de salud.

CARTA DEBIDA… ¡CARTA DE VIDA!

Veintitrés años pasaron.
Te miro y te admiro. Te miro y te amo. Te miro y recuerdo…
Vos, hija única y de madre única. Quiero decir con esto que en nuestra casa, por ese entonces, no había papá.
Una mamá que a veces hacía de papá. Una mamá que te cuidaba, que te consolaba en esos momentos tristes de tu pequeña vida, relacionados a la falta de figura paterna. Una mamá que trabajaba siete horas fuera de casa y que veinticuatro horas cada día trabajaba de mamá. A veces de plomero, cuando en casa alguna canilla perdía y había que cambiar el cuerito, a veces de electricista cambiando lámparas o revisando enchufes. En fin, una mamá múltiple función que, si los recuerdos no se visten de subjetividad, vos admirabas tanto como compadecías.
Tan así que una mañana de frío invierno y con mucha nieve, mientras esperabas sentadita en la escalera que tu “mamá múltiple función” entrara de palearla, para poder salir luego rumbo a tu escuela y su trabajo, pensaste que la solución sería “tener un marido”
De hecho fue lo que expresaste cuando tu mami entró luego de su ardua tarea de quitar la nieve del camino y del auto.
-Mamá, nos hace falta un marido.
Es lo que, literalmente, dijiste.
Y así transcurría tu infancia, y así la juventud de tu mamá, que por ese entonces y durante estos aconteceres tenía 38 años.
¡Treinta y ocho años! Maravillosa edad para disfrutar cada día sin temores, sin la preocupación de pensar la vida en términos de muerte, de límite, de “podría acabarse mañana y vos tan pequeña”
Pero un día, siempre hay uno, se aprende que la vida es una sucesión de hechos fortuitos y desafortunados. Qué serán mejores o peores de acuerdo a como cada quien gestione esos momentos. De acuerdo a como se capitalice lo negativo y se le encuentre el costado positivo…de acuerdo a como cada quien quiera, o no, regodearse en su dolor o salir de él.
Y en casa nos pasó. Nos pasó que llegó el momento negro y desolador. Nos pasó que luego de un chequeo anual de rutina, la ginecóloga le dijo a tu mamá, luego de ver su mamografía, que debería hacerse una biopsia. Que algo no estaba bien…

Continuará