Tampoco me importa el mío
Esta será una breve entrada de despedida temporal
En este año diciembre me encuentra cansada. Creo que no necesariamente a nivel físico sino que mi cansancio es mental.
Pronto mucha gente en el mundo estará celebrando, comiendo y bebiendo en demasía mientras otra tanta gente -tal vez en número superior- no tiene nada para comer, nada que celebrar, ni siquiera un techo o una familia donde cobijarse.
En lo personal, hace ya varios años dejé de celebrar la Navidad. Por cierto es una fiesta religiosa, y lo que se celebra es el nacimiento del niño Jesús. ¿Cuántos y cuántas de quienes se sientan alrededor de mesas cargadas de comidas y bebidas lo tienen presente?
¿Que es la ocasión para juntarse con la familia? ¡Pues yo creo que con la familia uno debería juntarse bastante más frecuentemente que una vez al año!
Por supuesto sí me alegra cumplir un año más. Me gustan los cumpleaños. El 18 es el mío.
¿Si celebro? ¡Sí! Un año más de vida-con lo malo y con lo bueno- siempre es motivo de celebración. ¿Hago fiesta? No. Estoy en mi casa, preparo "cositas ricas" y espero que las amigas que aún se acuerdan -ya saben que con los años...- lleguen.
Siempre aparecen más o menos a la hora de merendar. Ya saben que alguito para comer y beber encontrarán y pasamos un par de horas en alegre compañía.
Y sí celebro el nuevo año. Sin mucho ruido, prefiero estar con gente muy cercana a mis afectos y en lo posible en mi casa.
Pero, sin dudas, el comienzo de año viene a mi como renovación de esperanza y acto de fe en un futuro mejor.
Quería compartir un fragmento de Carlos Skilar que no tiene desperdicio. Habla justamente se "ser humano", de apostar a pesar de todo a la risa y a los abrazos.
Pero ya me extendí más de lo previsto. Tal vez inicie el 2026 compartiendo ese texto.
Entonces sólo me resta desearles lo mejor. Que cada quien celebre según sus convicciones y con las personas que elija estar.
Hasta el viernes 9 de enero o hasta cuando gusten volver.
Esa Musiquita en el recuerdo
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloguera”, para publicarme...entrega Nº620 de la suelta de mis letritas)
Amor aéreo II
Así las cosas, apenas pude conjeturar unas vagas ideas sobre la posible noticia, entré en estado de sopor, característico en mi en esos vuelos que por más económicos no son tan seductores. Estaba prácticamente “en vela”. Debí estar a las 4 de la mañana en aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires, por lo que, no recuerdo bien, creo que apenas había dormido 3 horas.
Perdí noción de tiempo, espacio y-lo que es peor- realidad o fantasía.
Recuerdo ahora sonidos lejanos y una voz metálica, anunciando medidas de seguridad, indicaciones a cumplir durante el vuelo y, recuerdo también, que antes de caer en estado hipnagógico, pensé que esperaba que la noticia no fuera que, de momento, en la pista de aterrizaje del aeropuerto Islas Malvinas, había viento norte cruzado…Sería terrible para el aterrizaje…había tenido una experiencia de horror en ese sentido, y entendí que el tono de voz cantarín no podía tener que ver con un mal anuncio.
De pronto, me invadió un aroma a café y una suerte de sonidos característicos de los vuelos en el momento preciso en que la tripulación se prepara para ofrecer el servicio de a bordo.
Creo que fue entonces cuando comencé a tomar estado de conciencia nuevamente. O no…Porque al oír las voz del piloto y comprender sus palabras, me perdí nuevamente entre sueño y vigilia.
Esto es, aproximadamente, lo que estaba anunciando por altoparlantes:
Estimados pasajeros, llegó el momento de hacer el anuncio prometido. No tiene que ver, anticipo, con situaciones del vuelo, ni con la empresa, ni con condición alguna de este viaje. Tiene que ver con amor. Tiene que ver con que quiero compartir con ustedes el pedido más trascendental que hice en todo los años que tengo, volando o no.
Tiene que ver con que estoy profundamente enamorado de Camila, la comisario de a bordo que en este preciso instante está ofreciéndoles el servicio de catering dispuesto para este vuelo. Tiene que ver con que, como amo mi profesión tanto como a ella, decidí que es éste el momento oportuno para declarar mi amor públicamente y solicitar su mano. …
Camila, preciosa, ¿te casarías conmigo? Agregó luego de un breve e intrigante silencio
Pensé que soñaba, realmente. Esas palabras dichas en ese tono, con tanta devoción hacia una mujer, solamente podían suceder en una historia fantástica, en uno de esos cuentos que me contaban de niña, y que empezaban con “Érase una vez que era…”
Pero de pronto, el pasaje completo estalló en aplausos y vítores. Y escuché voces de aliento hacia Camila, y voces de complicidad hacia el enamorado que gritaban: “¡Decile que sí nena!” “¡Piba que esperás para contestar”! ¡Bravooooo!!
“Camila tu novio es mi ídolo! ¡Apurate a contestar antes de que yo tome la posta!” Dijo desde el fondo del avión alguna pasajera audaz.
Y fue entonces cuando el servicio llegó a mi fila, y vi a la hermosa Camila. Me di cuenta de que era ella la protagonista de la historia, no solo por el prendedor con su nombre, sino más bien por el rubor en su bello rostro y por sus lágrimas.
-¿Qué desea tomar? ¿Café, té…?
-Deseo que salgas de acá corriendo, abraces a tu novio y le digas que sí! Le dije, y agregué: Por cierto, mis felicitaciones a ambos, y ojalá la boda la lleven a cabo en mi próximo vuelo.
FIN
Lo mágico de esta historia, lo que cambia el rumbo a este relato, es que lo fantástico, puede estar a la vuelta de la esquina, puede ser realidad y viceversa.
Y por eso lo comencé con “Érase una vez que era…”
Porque la declaración de amor en vuelo, es real. Es una historia que escuché al finalizar el año 2013, en la ciudad de Ushuaia en una emisora de frecuencia modulada, contada por el conductor del programa. Fue él quien estuvo en ese vuelo. Fue él quien escuchó la declaración de amor y decidió compartirla con sus oyentes. Y a mi me pareció una historia tan maravillosa para estos “tiempos modernos”, que decidí compartirla con ustedes.

Te entiendo perfectamente. Yo no me reúno con nadie en esas fechas. Mi celebración es agradecer por lo que hay en mi vida. Me parece muy egoísta hacer el gran derroche, mientras otros ni siquiera saben si los dejaran vivir un día más.
ResponderBorrarEn mi cumpleaños no recibo a nadie en casa y no me gusta que me feliciten, me pongo de muy mal humor.
Para reuniones y fiestas, cualquier día cuentan conmigo.
Un abrazo muy grande!!!