Tampoco me importa el mío
De alguna manera el tema de esta entrada se enlaza con el de la anterior.
Tal vez porque tiene que ver con los mandatos familiares que no eran fortuitos sino que surgían ancestralmente y se trasmitían tácitamente de generación en generación. Obviamente concatenados con el sistema patriarcal imperante en esos tiempos y de cuyo coletazo aun no podemos zafar.
Y el tema que hoy me ocupa es el mandato familiar de que las mujeres debían salir de sus casas...¡casadas! ¿O cazadas?...En este instante que escribo sobreviene la duda y no en vano, la realidad es que creo que muchas fueron "cazadas", como presas débiles y fáciles.
Entonces me parece que algunas mujeres se han casado con el primero que tuvieron chance tan solo para cumplir con ese mandato.
Un paréntesis para aclarar que digo "algunas" pues sin dudas conozco parejas que han podido construir felizmente su camino "codo a codo" y creo en ellas.
Volviendo al tema que nos convoca, si digo esto es porque en esta ciudad en que vivo desde hacen 36 años, he visto, por esos tiempos de recién llegada, mujeres increíbles, trabajadoras, militantes, inteligentes, comprometidas, lindas mujeres, casarse con hombres que "no les llegaban ni a los tobillos". Hombres que difícilmente podían mantener una conversación o conseguir un buen trabajo ni, al menos, sobresalían por su "bella estampa".
Cabe la aclaración en este punto, que en los años 80 en esta isla los hombres eran mayoría. Hombres que venían en busca de un porvenir a trabajar en las fábricas, militares, trabajadores rurales, portuarios, entre otros.
Yo, que destaqué en la época por no seguir ni un mandato familiar, no podía creer lo que veía y sentía en mi entorno.
Y espero que no se caiga en el debate sobre si el amor o no amor porque, claramente, las mujeres de las que hablo no estaban enamoradas.
Y el transcurrir del tiempo me ha dado la derecha en mis elucubraciones. Hoy las veo y siento su no felicidad, su "dejarse estar" en la vida...
Claro que yo nunca me casé y, si bien negar que añoro tener un compañero de vida sería una falacia, debo decir que me siento plena, que he hecho en mi vida, casi siempre, lo que tuve ganas de hacer del mismo modo que hago hoy.
Y este es un tema, me parece, que tiene muchas aristas, y del que no puedo dar más precisiones porque pondría al descubierto a las protagonistas de lo por mí relatado.
Entonces, para finalizar, voy a decir que aplica perfectamente para la ocasión, y para esas mujeres de las que cuento, el título del libro de Viviana Gómez Thorpe que fuera llevado exitosamente al teatro por varias temporadas y a diversos países "No seré feliz pero tengo marido" .
Entonces me parece que algunas mujeres se han casado con el primero que tuvieron chance tan solo para cumplir con ese mandato.
Un paréntesis para aclarar que digo "algunas" pues sin dudas conozco parejas que han podido construir felizmente su camino "codo a codo" y creo en ellas.
Volviendo al tema que nos convoca, si digo esto es porque en esta ciudad en que vivo desde hacen 36 años, he visto, por esos tiempos de recién llegada, mujeres increíbles, trabajadoras, militantes, inteligentes, comprometidas, lindas mujeres, casarse con hombres que "no les llegaban ni a los tobillos". Hombres que difícilmente podían mantener una conversación o conseguir un buen trabajo ni, al menos, sobresalían por su "bella estampa".
Cabe la aclaración en este punto, que en los años 80 en esta isla los hombres eran mayoría. Hombres que venían en busca de un porvenir a trabajar en las fábricas, militares, trabajadores rurales, portuarios, entre otros.
Yo, que destaqué en la época por no seguir ni un mandato familiar, no podía creer lo que veía y sentía en mi entorno.
Y espero que no se caiga en el debate sobre si el amor o no amor porque, claramente, las mujeres de las que hablo no estaban enamoradas.
Y el transcurrir del tiempo me ha dado la derecha en mis elucubraciones. Hoy las veo y siento su no felicidad, su "dejarse estar" en la vida...
Claro que yo nunca me casé y, si bien negar que añoro tener un compañero de vida sería una falacia, debo decir que me siento plena, que he hecho en mi vida, casi siempre, lo que tuve ganas de hacer del mismo modo que hago hoy.
Y este es un tema, me parece, que tiene muchas aristas, y del que no puedo dar más precisiones porque pondría al descubierto a las protagonistas de lo por mí relatado.
Entonces, para finalizar, voy a decir que aplica perfectamente para la ocasión, y para esas mujeres de las que cuento, el título del libro de Viviana Gómez Thorpe que fuera llevado exitosamente al teatro por varias temporadas y a diversos países "No seré feliz pero tengo marido" .
Gracias por pasar por aquí. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? Hasta el viernes próximo. Buena vida y BUENA VIBRA.
Frases: bueno...las 3 últimas de Lucía Porta...¿Dale que sí?
No se estudia para ser mamá, por eso hacemos lo mejor que podemos. Y si bien creo en el instinto, más creo en el ensayo y error, el sentido común y el amorInvierto horas en pensar en detalles, llamar por teléfono a mis amigas y amigos o escribir mails personales...Lo que para otros es una pérdida de tiempo para mi es una muestra de amor.
"No idealicen por favor. Ni todos los abuelos y abuelas son de cuento ni todos los niños y niñas son felices."
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme... ¡así que leé la entrega Nº 305 de la suelta de mis letritas!)
Y fue feliz
El 10 de enero de
1981, Blanca estaba a días de su matrimonio. Seis años de novia, le parecían más que suficientes para ir a consagrar
ese amor ante Dios…
Porque creía que
eso era lo correcto…porque su familia así lo esperaba…porque prefería no pensar
demasiado en ello.
Sin embargo una gran duda le restaba horas de sueño, y
sus ojeras crecían directamente
proporcionales a su malhumor.
Los comentarios a
su alrededor tenían claramente que ver con los supuestos populares respecto a
nervios y emociones que, se cree, viven las novias en días previos a la boda.
En tanto esto
sucedía Blanca, ajena al imaginario popular, se preguntaba como sería tener
sexo con otro hombre que no fuera su novio.
Se preguntaba si estaría teniendo realmente orgasmos, si esa manera suya
y de Germán de encontrar sus cuerpos y fundirse, de sentir cada milímetro de
piel enervarse, si esa manera de trenzar los cuerpos hasta quedar exhaustos…
¿Cómo podría saber
si eso era el éxtasis, la panacea de la vida?
No lo pasaba mal,
es cierto…pero cuando se juntaba con sus amigas, escuchaba historias que le
producían cierto cosquilleo, una piel de gallina, una necesidad de sexo casual…
Fue en esos días de
pulso acelerado y corazón inquieto cuando descubrió los ojos azules y la voz sensual del
carnicero de su barrio, fue en esos días cuando vio su cuerpo esbelto y su
sonrisa seductora…
Fue en esos días
cuando supo de otras maneras de batallar entre las sábanas…
Fue en esos días
cuando, sin aviso previo, se subió a un colectivo y se alejó 1600 km de su
casamiento, de Germán y de una vida aburrida diseñada exclusivamente para
algunas mujeres desde, tal vez, el origen mismo de la humanidad…
Y ella, lo supo a
tiempo, no pertenecía a ese universo de mujeres.
¡Ay Lucía, qué temitas te traes! Claro que el de hoy tiene mucha tela para cortar. Te lo dice una «reincidente». Gracias a Dios o a no sé quién, tal vez a mí misma no fui «cazada» ni me casé para cumplir con el mandato ancestral ni para huir de una vida en familia intolerable. Solita yo, me puse la soga al cuello o el anillo en el anular y firmé mi sentencia de «hasta que la muerte los separe». En ambos casos la sentencia se cumplió, enviudé. En ambos matrimonios, uno muy largo y otro un poco menos, hubo de todo,como debe ser, no me arrepiento, (aunque lo hiciera ya es tarde para la enmienda) reconozco haberme enamorado para casarme, pero también reconozco que el amor no dura para siempre y menos el enamoramiento. También reconozco que el haber pasado la mitad de mi vida acompañada, hace que en la actualidad me cueste vivir sola y no me guste, y no les creo a esas señoras que dicen estar muy bien solas, vos reconoces que te gustaría tener un compañero, hace falta. Lo que me ha pasado después de esas dos experiencias, es algo maravilloso, me he vuelto a enamorar mejor que las otras veces, las circunstancias no dan para una convivencia permanente, pero qué lindo es vernos cuando podemos, extrañarnos, escribirnos, llamarnos, enviarnos fotos de las cosas que hacemos o de la gente con la que compartimos tiempo.
ResponderBorrarRealmente la representación de Linda Peretz es sensacional, tuve la oportunidad de verla personalmente en Río Grande hace años. Una genia la autora del libro que muestra una realidad de millones de mujeres, que ostentan el estado civil como un título nobiliario o de post grado universitario. Por suerte ya se ha dejado de usar el apellido del marido precedido del «de» como marca registrada de propiedad del susodicho. Porque también eso se usaba como un trofeo, a modo de certificar que se había cumplido con el mandato social de la época.
Agrego aparte que a mí nunca me interesaron los papeles ni las ceremonias de boda, nunca estuvo en mis sueños el vestido blanco, la luna de miel y toda esa parafernalia que conlleva el casamiento, siempre pensé que era una cuestión de sentimientos y lealtad compartir la vida con alguien, sin embargo, pasé por ambas cosas, a pedido de los interesados en darme la categoría de Señora. O sea que yo también parafraseando a Viviana Gómez Thorpe puedo decir que; «No fui feliz pero tuve maridos»
Muy buenas tus frases, muy pensadas. Me encantó el cuento, alguien que decidió cortar las cadenas y vivir a pleno. Besos, Evy
Querida, Lu, como dice Evi, menudo temita nos traes...
ResponderBorrarCreo que no sólo tiene mil matices la cuestión, sino que depende mucho de la experiencia vital de cada mujer.
Cuando era pequeña yo no quería ser monja ni secretaria ni tener marido, pero sí hijos y animales y una casa grande para que pudieran venir mis amigos a disfrutar.
Sin embargo, me he casado dos veces.
La primera vez era muy joven. Fui feliz un tiempo, aunque sentía algunas carencias que yo achacaba a mi talante peliculero y literario, pues a falta de familia y ancestro mi mente estaba llena de ficciones románticas y épicas.
Mi segunda vez me casé muy convencida, pues estuve pensándolo 22 años antes de decirme...
Una mujer no necesita tener marido para ser feliz, desde luego.
Decía la escritora Virginia Woolf que "una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas" Pues yo diría que lo mismo para ser feliz y poder hacer lo que le guste.
Un lugar donde vivir y suficientes medios para mantenerse y a partir de ahí elegir que más necesita para ser feliz.
Hoy me apunto a todas tus frases, pues siento de manera muy parecida, Lu.
Y he disfrutado mucho con ese delicioso relato de novia a la fuga espoleada por los ojos azules y el buen hacer amatorio de su carnicero.
Un abrazo,