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viernes, 19 de agosto de 2022

El Cachito

Tampoco me importa el mío 
Para dar un cierre al tema de la infancia, por ahora, hoy voy a compartir unas fotos de la mía que encontré la semana pasada cuando buscaba los juguetes que quería mostrarles.
Pero, para que no se aburran, les propongo un juego.
Son 3  fotos. A saber: 
Una de mi primera comunión, otra de algún tiempo en que me mandaban a "danza clásica"  y una del cumpleaños de una prima.
Obviamente en las dos primeras hay muchas niñas y en la tercera no solo niñas sino también niños.
Entonces...
Les daré dos pistas y luego ustedes deberán adivinar, si tienen ganas de hacerlo obvio, en donde me encuentro yo. 
Sería algo así como aquel juego de "¿Dónde está Wally?" pero mucho más fácil por cierto.
Veamos las pistas:
                                      
A agudizar la vista, acá las fotos en cuestión:


¡Me rio sola! ¿Se me estarán corriendo los patitos de la fila o será que el juego que hoy propongo es verdaderamente chistoso?
En fin amigas y amigos. ¡Es lo que hay!
Ya me dirán ustedes que les ha parecido, si pudieron o no encontrarme, si volvieron a activarse sus recuerdos o lo que tengan ganas de aportar.
Gracias por pasar. Hasta el viernes próximo, o hasta cuando gusten volver.
Lu
Esa Musiquita
NOTA: María Elena Walsh, una vez más. En esta ocasión "Canción del jardinero"
Les pido por favor que presten mucha atención a la letra y ya verán de qué manera tan poética y sutil dice grandes verdades...¡No solo para niños y niñas! 
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloggera”, para publicarme...entrega Nº451 de la suelta de mis letritas)
NOTA: Una vez más elijo este relato breve para compartir.  Por suerte, la mayoría de mis visitantes actuales no pasaban aun por esta casa de letras las veces anteriores que lo he publicado.
Quiero decir que es una historia real que, obvio, la conté lo más "literariamente" que pude pero el final es así de cierto. Me lo contó mi tía "Felisita" que por aquellos años era la directora de esa escuela.
El Cachito
Lo recuerdo ahora como si lo hubiera vivido. Viene nítido a mí, el relato que escuché tantas veces en mi infancia correntina.
Imagino la escuela, alejada del casco urbano. 
Imagino niños y niñas de miradas tristes, pieles agrietadas por el sol y el trabajo, sonrisas sin dientes y juegos en los recreos, como única alternativa de niñez.
Imagino también a las maestras, mirándolos condescendientes, sintiéndose cerquita de Dios por ser tan comprensivas y generosas con esas criaturas "pobres", que lejos estaban de ser de la misma casta que ellas. 
Imagino aquella mañanita soleada en que “importantísimas personas del pueblo”, hombres y mujeres de bien socios y socias del Club de Leones, concurrieron con su manto de piedad y un helado palito para cada infante. Ese fue el mejor regalo en el que pudieron pensar, a modo de celebración del "día del niño", allá por agosto del ’66.
Luego, lo de siempre: chocolate con “caras sucias” y caras sucias. 
Globos, juegos y canciones acompañadas por la guitarra desafinada de la maestra de música, que tenía un sueldo de miseria pero, por suerte, un marido estanciero.
Risas, gritos, peleas, empujones y al fin, al menos por esa mañana, niños y niñas disfrutando de la infancia como pocas veces podían hacerlo.
Finalmente, y como todo lo bueno, se terminaba la feliz jornada.
Finalmente, como cada día, se aprestaban a volver a sus ranchos para dormir la siesta , apretados en un camastro, entre la pared de adobe y sus hermanos. 
Y fue justo con el sonar de la campana anunciando la salida escolar cuando solito en medio del aula, “el Cachito” seguía estático, incrédulo, revisando una y otra vez su viejo portafolio heredado de algún alma caritativa.
Se acercó a él, solícita, la señorita Directora que como correspondía a aquellos tiempos y a esa sociedad norteña, se llamaba Felisita.
Se acercó para decirle si estaba sordo y por eso no había escuchado la campana, que ya debería estar en la fila tomando distancia para despedir a las maestras y compañeros. 
Se acercó más y sólo entonces se dio cuenta de que Cachito lloraba, con lágrimas silenciosas, miraba incrédulo sus dedos pegoteados de chocolate y desesperado buscaba el helado palito que había guardado en su portafolio, con el más puro amor de todos los tiempos, para llevárselo a su mamá.

viernes, 11 de enero de 2019

Aquella Infancia

Tampoco me importa el mío
Transcurrida la primera semana del nuevo año, en vista de que el clima por estas latitudes no se da por enterado de que el calendario indica que estamos en  verano, estoy necesitando un algo de magia y diversión. 
No sé si será por eso, o por nostálgica nomás, que estos días ando totalmente "Marypoppinera"
¡¡Ahhhh Mary Poppins!!. No tengo recuerdos de ella en mi niñez. En verdad, no creo haberla conocido, a pesar de que el film fue estrenado en 1964.
O tal vez sí y es solo que no lo recuerdo.
Pero lo que no olvido es lo bien que la pasábamos con hiji viendo, sino todos, casi todos los días la película en VHS y luego también en CD
Y recuerdo con mucha ternura como intentábamos decir sin equivocarnos y rapidídsimo el consabido "supercalifragilisticoespialidoso".
Obviamente mi hija lo había logrado. Y me derrito de amor al recordarla niñita disfrutando de tanta fantasía y magia.
Lo cierto es que ahora se viene el regreso. 
Y, anticipadamente, le pedí a hiji que "me agende" para ir con ella a verla. Es que siempre "corre" tras un sinfín de actividades y tiene una vida social tan intensa que "si no pido pista con tiempo luego no puedo aterrizar".
Y así estoy, ansiosa esperando el estreno en Argentina que será el 24 de enero.
Espero que quienes viven del otro lado de los mares y /o en cualquier sitio donde ya fue estrenada hayan ido o vayan a verla. 
Aun sin tener peques para llevar de la mano. Lleven a su niño interior a disfrutar de tanta ternura y esa pizca de magia que nunca viene mal.
Tal vez hoy al leer mis letritas, también vos estés recordando qué películas viste en tu infancia o, como me sucede a mi, cuáles viste y adoraste junto a tus niños y/o niñas.
No puedo irme esta vez sin dejarte el trailer de "El regreso..."
Gracias por pasar por aquí. Espero opiniones, críticas y halagos también ¿Vale? Hasta el viernes próximo. Buena vida y BUENA VIBRA. 
 Lu
Frases: 3 de Mary Poppins
"Nunca deberíamos juzgar por la apariencia. Ni siquiera a una maleta"

"La vida está esperando ahí afuera. Ve y alcánzala"

"Hoy las cadenas hay que romper, en dura lucha por libre ser"
Acá no zafás:
(por eso  me hice “bloggera”, para publicarme... ¡así que leé la entrega Nº 302 de la suelta de mis letritas!) 
Aquella Infancia
Luego de 3 años de vivir “aislada” en Comodoro Rivadavia, nos mudamos a la gran ciudad: Santa Fé fue el nuevo destino familiar.
Todo nuevo, todo para descubrir y en este instante, los recuerdos de ese tiempo  empiezan a aflorar.
Nos sentábamos con mi hermano en la vereda de nuestra casa, bajo la atenta mirada de mi papá, que nuca, creo, aprendió a jugar.
Hijo de inmigrantes españoles, el viejo desde pequeño tuvo que trabajar. Imagino entonces, ahora que recuerdo su vida después de la vida, que por allí andará jugando a las escondidas, o a la rayuela entre nubes, con hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas. Toda una familia que partió en viaje de ida, para descansar de tanta fatiga terrenal.
Podría tal vez escribir otra historia con estos aconteceres, me doy cuenta. Pero será, si tiene que ser, en otro tiempo.
Por ahora, vuelvo al punto en que, como dije, nos sentábamos con mi hermano en la vereda de nuestra casa, y jugábamos al cine. La gran pantalla, era la medianera, y la película eran las sombras proyectadas sobre la misma, al caer la tarde y encenderse las primeras luces de la calle. Era un tiempo sin tiempo, salvo el de ir a la escuela. Era un tiempo sin televisor en mi casa. Entonces, esperábamos ansiosos que unos vecinos nos invitaran a tomar la leche. Nosotros felices, más que por comer torta de chocolate y beber cascarilla de cacao, porque era nuestro momento de ver, en blanco y negro, Lassie, o Los 3 chiflados. Mi marciano favorito, El Llanero Solitario o la pequeña Lulú y no recuerdo que más.
Lo que sí recuerdo, volviendo a la inocencia de antaño, es que una vez me encontraron tratando de abrir la caja del televisor. 
Seis, o siete, años tendría entonces y lo que yo más quería en la vida era...¡ abrazar a los personajes de mis historias favoritas qué estaban allí dentro!