Tampoco me importa el mío
Quiero contarles que el lunes por la noche viví momentos de alegría y felicidad.
¿Y qué es la vida sino una sumatoria de momentos?
He ahí la importancia de disfrutar a pleno por "insignificante" que parezca el acontecimiento.
No creo en la felicidad eterna. No. ¿Quién pude tener una felicidad absoluta cada día de cada año?
¡No me cuenten que sí porque no voy a creerles!
Por cierto lo importante es disfrutar de cada pequeña opción, cada pequeño gesto, de despertar los sentidos y saborear la vida con deleite.
El olor a café y tostadas por las mañanas, el sol iluminando el paisaje y entibiando la piel, o el sonido de la lluvia, que bien bonita se ve a través de la ventana, ese sabor que nos recuerda a la cocina de mamá o de la abuela, esos pajarillos cantando.
Y si estás pensando en que hay muchos días grises ¡claro que tienes razón!
Lo dicho, la vida es una sucesión de momentos, los hay buenos, mejores, malos, peores, tristes, alegres...
Lo importante, en todo caso, es cómo gestionamos cada uno de esos momentos.
Hay quien sabe disfrutar de lo que tiene y hay quien, a pesar de tener mucho, sólo sabe quejarse por lo que le falta.
Pero volviendo a mi lunes quiero contarles que estuvo en Ushuaia Matías de Rioja.
Se presentó en un bar llamado Krund, fui con una amiga y vivimos momentos inmensamente ricos escuchando sus poemas, sus historias.
También estuvo presente mi hija con un grupo de amigos y amigas, toda gente con la mejor vibra.
¡Y mi emoción a flor de piel al poder estrechar en un abrazo a este inmenso ser, para mi lo es, que admiro y sigo desde que lo conocí, Instagram mediante.
No soy lectora de poesía, no es mi género preferido. O, en todo caso, la poesía con la que me identifico es la que reivindica, la que presenta batalla, la que incluye, la que alza la voz, la que muestra lo cotidiano con palabras simples y certeras, la que de algún modo te ayuda a reflexionar, te hace vibrar, te emociona.
Y eso me sucede con la prosa poética de Matías de Rioja.
Puede que a vos te guste, o puede que no. Así es el arte: 100% subjetivo
Muy difícil escoger cual de sus textos compartir. Todos me parecen grandiosos. Espero que estos dos que elegí sean de tu agrado, y si te emocionas al leerlos:
¡Hazte fan de Matías de Rioja! 😊
Gracias por pasar, hasta el viernes que viene o hasta cuando gusten volver.
Esa Musiquita y la actualidad argentina
Acá no zafás:
(por eso me hice “bloguera”, para publicarme...entrega Nº612 de la suelta de mis letritas)
NOTA: Recordé este texto que escribí en 2009. Para ustedes:
Descorchando citas
Todo listo para la cena...
¡Y Damián que no aparece!
El guiso de lentejas humeante, aromático; la mesa puesta; las copas listas: el vino sin abrir...
¡Y Damián que no aparece!
Busca el sacacorchos.
Lo observa como si fuera un objeto aterrizado en su cocina desde alguna lejana galaxia. Descubre esos dos bracitos y se le ocurre un marciano que la mira con un solo ojo. Mete el dedo en ese "ojo", empuja hacia abajo, enrosca y desenrosca...espera
¡Y Damián que no aparece!
Siempre siguió el consejo de Raquel
- "Una dama nunca debe descorchar el vino" Eso es lo que le decía.
Y no va a ser esta vez la que deje de cumplirlo.
Pero, lo sabe, tampoco será esta vez la que deje de tomar su tinto con la cena.
Piensa unos instantes y luego, decidida, marca el número de la remisería para solicitar un auto.
Al oír la bocina, hace señas llamando al chofer, quien intrigado desciende y camina hacia esa mujer que lo invita a pasar, mientras atropelladamente dice, o balbucea casi:
- “...Disculpe UD., le pagaré su viaje...es que Damián no llega y necesito abrir el vino...se enfrían las lentejas... no logro usar este maldito aparato, en fin, lo que digo es... ¿podría descorchar mi vino?...”
Sin salir de su asombro el chofer - devenido en mozo -, sostiene la botella con una mano –la izquierda precisamente- y con la derecha pincha el corcho con la punta retorcida del más común de los sacacorchos, gira, gira el ojo del marciano, se levantan los bracitos hacia el cielo mientras Elisa casi en trance, se da cuenta del calor/color de sus mejillas y se siente transportada a una ceremonia cuasi privada de adoración a Baco.
Y aquel hombre, que digo hombre... ¡genio! Tan viril, tan maestro en abrir botellas de tinto a señoritas que se ahogan en un vaso de vino –perdón, de agua- sigue con su misión solidaria, suelta la botella, toma con cada una de sus fuertes manos los respectivos bracitos elevados al máximo en esa oración – adoración al elixir de la vida y con un empujoncito certero los baja y retira así el sacacorchos marciano justo en el instante que con un triunfal ¡ sblup! acaba de deglutir el corcho...
Vuelve Elisa, aterriza, pone los pies en la tierra, y puede sentir ese aroma a frutos rojos y vainilla, se ubica de nuevo en su simpática y cálida cocina. Suspira y aún ruborizada dice:
-Gracias...disculpe la molestia...
Balbucea casi... ¿Cómo se llama Usted?
Damián, contesta él imperturbable.
-¿Damián?... ¿Cuánto le debo?-
Pues... ¡Un plato de lentejas y una copa de tempranillo!
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